Ariel Guarco – Presidente de la Confederación Cooperativa de la República Argentina : «Ser cooperativista es una forma de vida»

Literalmente me crié en una cooperativa. Mi madre lleva más de 55 años trabajando en la Cooperativa Eléctrica de mi pueblo, Coronel Pringles. Es una pequeña localidad, de base rural, en la zona centro de la Argentina, donde la cooperación ha sido la clave para poder dar respuestas a las necesidades de nuestras familias y comunidades.

Durante mi infancia, compartí múltiples experiencias con los trabajadores y los asociados de la cooperativa. Aprendí desde temprana edad los valores y principios del cooperativismo, que desde ese momento rigen mi vida.

A la edad de 23 años empecé a participar activamente de la Cooperativa, de la cual era uno más entre 20 mil asociados que reciben energía, agua y otros servicios. Me involucré, aprendiendo de los directivos más antiguos, hasta incorporarme al Consejo de Administración a la edad de 27 años. En 2007, me eligieron para presidirlo.

Seguí aprendiendo, como pretendo seguir haciéndolo ante cada nuevo desafío en mi carrera dirigencial. Por mi representación en la federación provincial que integra a las cooperativas de electricidad (Fedecoba), entendí rápidamente lo importante que es para una cooperativa asociarse con otras.

Mantuve firme esa consigna e intenté profundizarla en la práctica, cuando en 2008 fui elegido para conducir la federación. Con el mismo ímpetu que me había llevado a involucrarme en la gestión de mi cooperativa y de su entidad representativa de segundo grado, comprendí que era necesario volcar esa experiencia y la voluntad de integración con otro tipo de instituciones cooperativas en una instancia aún mayor.

En 2011, luego de varios años de participación y aprendizaje, fui electo presidente de la Confederación Cooperativa de la República Argentina (Cooperar), que entre ese año y hoy duplicó la cantidad de entidades asociadas y extendió su representación a nuevas regiones y ramas de actividad en los servicios, la producción industrial y agropecuaria, el consumo, el hábitat, la salud, la educación, las finanzas, los seguros y el turismo, entre otros rubros, con un número estimado de 10 millones de miembros  en todo el país, correspondiente al 25 % de la población.

Esa fuerte presencia del cooperativismo en la Argentina encuentra su origen tanto en las aportaciones de los inmigrantes que entrecruzaron sus respectivas tradiciones cooperativas y teorías sociales (de Italia, Alemania, Francia, España, Europa Central, Rusia etc.), sin desdeñar las raíces locales de los pueblos indígenas, como en las sucesivas crisis económicas y políticas que sufrió ese país y que urgieron los ciudadanos comunes y las comunidades locales a movilizarse y auto-organizarse.

Con el mandato de la historia de Cooperar  y del cooperativismo argentino en general buscamos, junto al resto de los dirigentes que me acompañan, acentuar el compromiso con el movimiento cooperativo internacional. Así es que decidimos que lo más adecuado era contribuir a nuestra organización madre, la Alianza Cooperativa Internacional, desde su Consejo Directivo.

Allí ingresé en 2013. Un año después, fui electo vicepresidente segundo de Cooperativas de las Américas. Tanto en el plano global como en el continental tomé contacto con líderes provenientes de distintos sectores, con ricas trayectorias, representantes de culturas sumamente diversas pero con un lenguaje común: la cooperación.

Es por eso que, a esta altura del camino, considero que es posible y necesario avanzar un paso más en la construcción de un movimiento que se encuentra ante desafíos históricos a nivel global sin precedentes. Avanzar, aunque sin dejar atrás todo lo aprehendido.

El germen cooperativista que prendió en mí hace tantos años en mi pueblo fue luego enriquecido en el diálogo con colegas de todas las latitudes, que comparten la necesidad de consolidar a nuestro movimiento desde las bases.

A eso estamos llamados. Como expresé en un libro que publiqué hace dos años en mi país, el cooperativismo nos ofrece “una esperanzadora mirada al futuro”. De nuestro compromiso depende transformar esa esperanza en resultados concretos. Y eso será imposible sin una Alianza Cooperativa Internacional que interprete y reproduzca de forma auténtica los valores y principios del cooperativismo que brotan día a día en cada cooperativa y que, a su vez, deben ser amalgamados en cada organización regional o sectorial.

Estoy comprometido en que eso ocurra. En mi país, en la región de las Américas, y a nivel global, tuve la posibilidad de visitar decenas de cooperativas de primer, segundo y tercer grado. En esos intercambios, genuinos, de cooperativista a cooperativista, es donde realmente se afirman las voluntades colectivas que luego se traducen en políticas para el movimiento.

En la Alianza, creo que esas políticas tienen que ser elaboradas con la participación de la mayor cantidad posible de miembros, respetando tiempos, formas y estructuras sectoriales y regionales, cada cual con su justa representación en el Consejo Directivo. Ningún staff puede suplantar a los canales democráticos sin los cuales se dificulta el ejercicio de los principios cooperativos.

Queremos alentar a todas las personas que forman parte de este movimiento a poner esos principios en acción. Quienes hemos asumido la tarea de ponernos al frente, tenemos que dar el ejemplo.

Cuando los pioneros dieron inicio al cooperativismo moderno, allá en 1844 en Rochdale, empezaron a mostrar un camino a partir de la necesidad más básica, la de asegurarse ellos y sus familias el pan de cada día. Pero, como sabemos, pusieron además los cimientos de algo mucho más perdurable.

Nuestra Alianza Cooperativa Internacional, fundada en 1895, integra hoy a más de 300 organizaciones, de más de 100 países, que representan a casi 1.000 millones de personas de todo el mundo. ¿Podemos imaginar la potencia de un movimiento de esta magnitud si está fielmente representado por sus líderes globales?

Ser cooperativista, como señalé al principio, es una forma de vida. Es sentir, decir y hacer, de acuerdo con nuestros principios y valores, mediante los cuales neutralizamos o reducimos los efectos de los sistemas productivos y financieros que hacen estragos en muchas de nuestras comunidades.

La construcción genuina del cooperativismo a escala global debe acompañarse del desarrollo de una finanza que se distribuya y se invierta en las comunidades, de una revalorización clara y fuerte de nuestro medioambiente, y de inclusión social para dar a siempre más personas la posibilidad de trabajar dignamente, producir de forma estable y beneficiar de servicios a la comunidad y una cobertura social digna.

Debemos defender nuestra propuesta, que no es otra que la puesta en práctica desde hace al menos 170 años, por comunidades decididas a cooperar para satisfacer sus necesidades, para hacer realidad sus anhelos, para distribuir oportunidades de forma equitativa entre sus miembros y para hacer sostenibles los recursos que deben quedar a disposición de las generaciones venideras.

Si somos parte de esas comunidades, si mantenemos firme nuestra identidad, si practicamos nuestros principios y valores y si promovemos la participación democrática en nuestras organizaciones, podremos ejercer una representación genuina de nuestro movimiento.

Esta es la coherencia, el compromiso y la experiencia que exige en estos momentos el puesto de conducción de la Alianza Cooperativa Internacional, al cual estoy dispuesto a servir.

Ariel Guarco

Fuente: arielguarco.coop