Cooperativas: el camino del posconflicto

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Este modelo económico promueve la asociación y la formación de comunidades, por lo que podría estimular el desarrollo en tiempos de paz.

“Decidimos Cooperar” es el lema del decimosexto Congreso de Cooperativas, que arrancó ayer y finaliza hoy en Cartagena. En esta ocasión, los cooperativistas de Colombia se reúnen para homenajear la vigencia de un modelo económico que, durante 86 años, ha sido capaz de reunir a más de seis millones de colombianos en cooperativas, asociaciones mutuales y fondos, y que ha logrado un patrimonio común de casi $17 billones.

El congreso ha sido el espacio para ratificar que las cooperativas, que ocupan el 82,1 % de empresas de economía solidaria, están llamadas a ser protagonistas del posconflicto. Frente a esto, Griselda Restrepo, ministra de Trabajo, señaló que “cuando se decidió hacer la organización solidaria de las Farc, y cuando la Superintendencia de Economía Solidaria empezó a capacitarlos, empecé a entender lo importante y lo visionarios que son los cooperativistas”.

La rentabilidad de las cooperativas está demostrada en Colombia y en el mundo, en donde hay más de 1.000 millones de personas asociadas. Pero, más allá de eso, lo que hoy dirige la mirada de instituciones públicas, privadas y no gubernamentales a este tipo de empresas es el valor social que todo el modelo le aporta a la construcción de paz. Pues, si bien las cooperativas son empresas que operan con las mismas dinámicas del mercado, su lógica de acumulación persigue el beneficio colectivo y no individual. Carlos Acero, presidente de Confecoop, Confederación de Cooperativas de Colombia, está convencido de que este modelo es necesariamente democrático.

Para los asistentes al congreso, la coyuntura actual del país es propicia para demostrar, sobre todo, que esta visión es necesaria en una economía tan desigual como lo es la colombiana. Según José Luis Blanco Sáenz, director regional de Cooperativas de las Américas, “el diseño asociativo, los principios, valores y prácticas contienen elementos necesarios para que se logre la paz. Podemos jugar un papel valioso a través de nuestro modelo, que propende a crear condiciones para vivir en paz”.

Sáenz también señala que si las cooperativas son vistas como una posibilidad social y económica para excombatientes y víctimas del conflicto armado, entonces las instituciones deben “entender que este modelo nace en estas circunstancias específicas, que se necesitan estrategias y mecanismos de acompañamiento, y no subsidios”.

El posconflicto es la posibilidad de ver cómo este modelo económico también puede impulsar la reconciliación. Pues, como se reiteró en el congreso, sus asociados están llamados a hacer parte activa de la coyuntura “haciendo sinergias con las empresas de los reinsertados, o también, comunicando las experiencias”.

Lina María Arbeláez, gerente nacional de reducción de pobreza e inequidad para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Colombia (PNUD), señaló que el cooperativismo es necesario para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), pues “si no logramos incluir a los que están detrás, la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible se cae. Porque el objetivo es no dejar a nadie atrás y los cooperativistas son un ejemplo de cómo hacer esto”.

Una realidad que marcó el conflicto armado, y que es visible en la economía colombiana, es la brecha entre lo rural y lo urbano. Tras los acuerdos de paz, el Estado tiene el desafío de cambiar este escenario. Pero eso no es posible con un modelo de producción desigual y por eso el cooperativismo se ha vuelto la coyuntura económica de la paz. Arbeláez insiste en que “si no son ustedes -los cooperativistas- no sé quién nos va a ayudar a trabajar solidariamente, porque ustedes son el ejemplo de que sí se puede laborar de manera asociada y eso es clave para cerrar las brechas de pobreza y de informalidad en empleo que existen en este país”.

Dice Arbeláez que 68 de las 169 metas de las ODS también están alineadas con el Acuerdo de La Habana y que el éxito, en ambos casos, depende de algo que esencialmente tienen las cooperativas: colectividad y alianzas. “El posconflicto necesita apalancamiento cooperativo: necesita bancarizarse, necesita seguridad social, salud y entrenarse para abordar un nuevo territorio y espacio”.

Arbeláez hizo un llamado a los cooperativistas para “que compartieran saberes para potenciar esa manera de poner a la gente a trabajar en colectivo y esto para decirles que hay oportunidad de negocio, productividad y desarrollo”.

Pero así como el modelo está llamado a renovar la forma de ver y hacer empresa en una coyuntura social y política que así lo exige, los cooperativistas también le piden al Estado considerar esta visión como una opción de primera mano y no de segunda. Es decir, la creación de una política pública que elimine algunas barreras operativas del sector y que incentive la cultura del cooperativismo.

Fuente: colombia2020