Democratizar la economía para garantizar la paz

AL PROYECTO DE LA GLOBALIZACIÓN FINANCIERA SE LE CONTRAPONEN LOS NACIONALISMOS XENÓFOBOS. EN MEDIO DE CRECIENTES TENSIONES Y DE LA INCERTIDUMBRE MUNDIAL, LAS COOPERATIVAS SE AFIRMAN COMO MODELOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE.

Ni muros ni globalización financiera. Con ese punto de partida el líder cooperativista argentino y de las Américas Ariel Guarco arrojó una serie de reflexiones orientadas a posicionar al movimiento cooperativo de cara a reducir las enormes brechas sociales que están provocando violencia y creciente inestabilidad política. Invitó a hacerlo en el marco de los compromisos asumidos en la Carta de Naciones Unidas y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en contraste con toda política de exclusión y violencia y de toda retórica de carácter chauvinista y xenófobo.
“Pero esto no será suficiente -advirtió- si no logramos consolidar, a escala global, un cooperativismo integrado que como eje de la construcción de un amplio campo de la economía solidaria, esté en condiciones de contribuir a un nuevo orden económico, sin globalización financiera y sin muros.”
La preocupación tiene lugar en un contexto de fuertes sismos en el orden geopolítico mundial, convulsionado por la asunción de Donald Trump en Estados Unidos y el Brexit en el hemisferio Norte, a lo que deberíamos agregar el debilitamiento de los organismos de integración latinoamericana de la mano con los cambios de varios gobiernos de la región.

Reciprocidad
Particularmente, en Colombia se juega también la difícil partida por la paz. Allí el cooperativismo vernáculo viene aportando ideas, propuestas y experiencias, que buscan ser enriquecidas con las que existen en otras partes del continente. Consultado por medios de ese país, Guarco expresó hace algunas semanas que “para salir del conflicto es necesario reconstruir el tejido social. Y para eso no alcanza el mercado, las meras relaciones de intercambio. Debemos construir relaciones de reciprocidad, de compromiso comunitario”.
“Son momentos, en Colombia, en nuestra región de las Américas y en todo el Mundo, en que debemos poner en claro que ambas cuestiones van de la mano. No tendremos paz en un mundo cada vez más desigual, más destructivo de las sociedades y de la Naturaleza, más dependiente de la industria de las armas y de la especulación financiera.”
Antes y después del plebiscito del 2 de octubre pasado, mediante el cual el gobierno de Juan Manuel Santos pretendía refrendar los acuerdos con las FARC, las organizaciones de la economía solidaria desarrollaron actividades para posicionar a sus empresas como herramientas de reconstrucción social y económica en el escenario del posconflicto.
Sin dudas, el triunfo del No en la consulta tuvo un efecto sorpresa no solamente en la región si no a nivel global, tanto como el Brexit y la victoria de Trump. “En los tres casos se concentró un rechazo a los inmigrantes, como si las minorías atentaran contra la concentración de capital. Entonces es el capital el que está en riesgo y la preocupación capitalista se manifiesta en la manipulación de estas decisiones por los oportunistas”, señaló Francisco Sánchez, directivo de la Asociación Colombiana de Cooperativas (Ascoop).
El premio nobel de economía Joseph Stiglitz, quien cuestionó duramente el orden hegemónico global durante la Cumbre Cooperativa de Quebec, en octubre, también opinó sobre Colombia: “Para una paz sostenible se debe asegurar el acceso a la tierra y a los trabajos para aquellos afectados por el conflicto, trabajar por una sociedad con menos desigualdad y unos impuestos progresivos que imponga tributos a los dividendos”.
Para el presidente de la confederación Confecoop, Carlos Acero, “el modelo de gestión socioempresarial cooperativo está llamado a tener un papel sobresaliente en la implementación del acuerdo para la terminación del conflicto armado con las Farc, por ser un modelo que ha contribuido históricamente a la superación de situaciones sociales difíciles, derivadas de conflictos armados o de desastres naturales en todo el mundo”.

“Para salir del conflicto es necesario reconstruir el tejido social. Y para eso no alcanza el mercado, las meras relaciones de intercambio.”

Unidad
Los organismos de integración regional nacidos sobre el fin del siglo pasado y comienzos de este aún están en vivos, pero también en vilo. Los cambios de gobierno en Argentina y Brasil, fundamentalmente, sembraron de interrogantes el futuro del Mercosur y, más aún, la Unasur y otros espacios como Aladi, Seña, Alba y Celac.
En líneas generales, la mayoría de ellos sigue el camino trazado desde hace varias décadas por la Organización de Estados Americanos, que en su carta de 1967 sostuvo que “la justicia y la seguridad sociales son bases de una paz duradera” y que la “cooperación económica es esencial para el bienestar y la prosperidad comunes de los pueblos del Continente”.
En ese texto exhorta a los Estados miembro “a aunar esfuerzos para lograr que impere la justicia social internacional en sus relaciones y para que sus pueblos alcancen un desarrollo integral, condiciones indispensables para la paz y la seguridad”.
Guarco observó que “todo ello supone una formidable experiencia que puede ser la base para lograr una auténtica unidad latinoamericana que asuma el proyecto político de la Patria Grande y muestre al mundo un modelo alternativo basado en el diálogo, la inclusión y la búsqueda de oportunidades para todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Sin embargo este camino no será exitoso si no se comprende que la concentración del poder económico provoca injusticia social, y que esta es la base que carcome la paz entre los pueblos”.
En el caso del Mercosur, a 25 años de su creación, existen ámbitos para la participación de la sociedad civil organizada, entre la que se cuentan a las cooperativas. La Reunión Especializada (RECM) que realiza ese sector regularmente supone una oportunidad para intercambios específicos entre funcionarios y dirigentes de los países del bloque, más allá de que el acorralamiento a la Venezuela de Nicolás Maduro tensiona en estos momentos la estabilidad general del organismo.
A propósito del vigesimoquinto aniversario del Mercosur Cooperativo, el dirigente sectorial y actual miembro del Directorio del Inaes Eduardo Fontenla reconoció que “hay materias pendientes de integración a las que es necesario imprimirle mayor impulso y energía institucional, especialmente a la promoción del comercio e intercambios intra y extra región, como a los emprendimientos binacionales cooperativos de los Estados Partes, que tienen muchas potencialidades y puntos de complementación empresaria en actividades productivas y de servicios”.
En definitiva, los acuerdos internacionales aprobados en las últimas décadas reflejan claramente aquel consenso interamericano de mediados del siglo XX, ratificado luego por la Convención Americana sobre los Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica, 1969) y el Protocolo de San Salvador, de 1988.
“El camino acordado no es un tratado de libre comercio de todo el continente, hegemonizado por los países más desarrollados bajo las premisas del neoliberalismo (como fue el proyecto del ALCA), ni es, mucho menos, la construcción de muros o los nacionalismos agresivos de las potencias económicas que se desentienden del desarrollo integral de todo el continente”, sostuvo Guarco.
“El acuerdo de los pueblos de América reflejado en la Carta de la OEA es la unidad de Latinoamérica para fomentar su desarrollo, y la cooperación internacional como responsabilidad continental para lograr la justicia social y el desarrollo integral como condiciones indispensables para la paz y la seguridad”, agregó.

Coraje
Cruzando todas las latitudes, el Papa del fin del mundo -como Francisco se definió minutos después de ser ungido jefe del Vaticano, hace cuatro años- continúa subrayando la necesidad de centrar las relaciones económicas en las necesidades de las personas antes que en el lucro indefinido. Por eso, sostiene, son clave las cooperativas.
Hace algún tiempo, en un encuentro con representantes del sector en Italia, los alentó a “promover una economía de honestidad, una economía de curación del mal traicionero de la economía global” y remató: “Es necesario tener el coraje y la imaginación para construir el camino correcto para integrar el desarrollo, la justicia y la paz en el mundo”.
Con el mismo énfasis, condena al orden por culpa del cual -muy cerca de su actual residencia, en Roma- miles de inmigrantes dejan sus vidas intentando ingresar a Europa por el Mar Mediterráneo. La intervención occidental y de Rusia en Medio Oriente es, al mismo tiempo, un caldo de cultivo sobre el que Francisco actuó, ya a pocos meses de asumir su cargo, con un mensaje de paz que el cooperativismo argentino acompañó.
“La paz requiere una construcción diaria y sostenida, como los cooperativistas lo estamos realizando en todo el planeta. Pero hay ocasiones que es necesario alzar la voz para defenderla. Esta es la oportunidad. Que el grito por la paz de todos los hombres y mujeres de buena voluntad del mundo sea escuchado por quienes hoy tiene la responsabilidad de conducir el destino de la humanidad”, manifestó la Confederación Cooperativa en esa oportunidad.
En un marco más amplio, la Alianza Cooperativa Internacional afirmó que “las cooperativas se basan en un conjunto de valores y principios concebidos para promover la causa de la paz. Los valores de solidaridad, democracia e igualdad han ayudado a millones de personas de todo el mundo a promover la armonía social a través de un futuro económico más seguro”.
Hay muchos antecedentes en la misma línea pero tal vez uno de los más significativos data de 1913, cuando la Alianza expresó durante un congreso en Glasgow, Escocia, a las puertas de la Primera Guerra Mundial: “El motivo de la continuación del armamentismo y la posibilidad de conflictos internacionales desaparecerán cuando la vida económica y social de cada nación llegue a organizarse de acuerdo a los principios cooperativos.”
Más de cien años después, la cuestión sigue en la agenda. Hace apenas unos meses, en la IV Cumbre Cooperativa de las Américas realizada en Montevideo, fue aprobada una declaración final con un diagnóstico contundente: “Los alarmantes datos acerca de la desigualdad en la distribución de la riqueza a escala mundial, son el resultado de procesos ligados a enormes desequilibrios de poder a escala planetaria. En la mayor parte de los casos las estrategias para el posicionamiento de estos actores pasa por contar con poder de mercado. El poder de algunos de los grandes grupos económicos de carácter global ha superado largamente el rol de los Estados Nacionales, y aún el de varios de los ámbitos intergubernamentales internacionales, lo que tensiona los conceptos mismos de democracia y las alternativas para el desarrollo de la mayoría de los países del globo.”
Lo cierto es que todo el sistema político internacional laboriosamente forjado luego de las grandes guerras del siglo XX va perdiendo legitimidad en la medida que los derechos sociales son groseramente vulnerados y la concentración de la riqueza adquiere grados que afectan la sostenibilidad económica, social y ambiental del planeta.
“Al construir muros se está reconociendo la propia incapacidad para convivir y por lo tanto la incompetencia para liderar el destino de la humanidad. Si se quieren evitar las tensiones entre Estados, y con ello la violencia y la guerra, es necesario disminuir la brecha de desarrollo entre estos y generar condiciones para el efectivo ejercicio de los derechos sociales por parte de los habitantes de cada territorio nacional. Esto no es una novedad, es el aprendizaje que duramente hizo la humanidad en el siglo XX y que hoy está en riesgo por haber dejado las riendas del mundo en manos del capital concentrado”, concluyó Guarco.

Fuente: Lagacetalagaceta.cooperar