El exitoso modelo de integración y asociatividad de Huertos Collipulli

Resultado de imagen para ARANDANOS* Los socios comenzaron produciendo frutales juntos hace casi 30 años en la Región de La Araucanía, con los arándanos como punto de partida, y hoy exportan directo esa fruta, manzanas y cerezas.

Los brotes verdes del maíz recién empiezan a asomar en el sur del Biobío, cerca de Nacimiento, en los potreros que bordean los silos relucientes de la nueva planta para procesar este cereal y, también, producir aceite de raps que a comienzos de este año puso en marcha Huertos Collipulli.

Es el primer día soleado después de varios con una inesperada lluvia primaveral en la zona y, sentados en la sala de reuniones, los socios de la empresa, que partió a comienzos de los noventa orientada a la fruticultura -Edgardo Meynet, Pedro Nickelsen, quien participa junto con su socio Gerardo Jequier, César Hompart, Gerhard Schmidt y Harald Stegmann- comentan que están expectantes sobre el efecto que tendrá el agua y el viento sobre sus distintos cultivos, que en conjunto suman 7.250 hectáreas, y 750 de ellas con frutales.

Antes de ser socios, todos eran amigos y vecinos en el camino de San Andrés, en Collipulli, en la Región de La Araucanía, donde tienen sus campos. Fue allí donde, en medio de la crisis de precios de los commodities agrícolas de fines de los ochenta, comenzaron a buscar otra alternativa dentro del rubro para lograr mayor rentabilidad y aprovechar el modelo económico que iniciaba Chile al abrirse al comercio internacional.

Lo primero que pensaron fue producir partes y piezas para muebles de madera, para aprovechar el impulso forestal que en vivía la zona, pero se necesitaba una inversión muy alta. Después estudiaron el negocio de las hortalizas baby congeladas, pero las cifras que se requerían también eran millonarias. Luego analizaron los arándanos, que recién despegaban en Chile y que los llevó a apostar por la fruta, en 1991, cuando las exportaciones del berry no superaban el millón de dólares a nivel nacional y en el sur del país solo se conocían algunas experiencias en Osorno y La Unión.

«Cuando las plantas empezaron a dar fruta, la cosa se puso mal. Éramos productores tradicionales. Si teníamos trigo o raps, salía y lo vendíamos, pero cuando nos vimos con la fruta en la planta no sabíamos qué hacer con ella. La exportadora nos dijo que para recibirla al menos teníamos que mandarla en unas cajas. Y eso cambió todo», recuerda Pedro Nickelsen, como uno de los primeros giros que años más tarde los llevaría a exportar directo sus frutas.

Construyeron packing para embalar sus arándanos. Sumaron a las manzanas y cerezas por las que apostaron algunos de los socios. Se ampliaron con cámaras de frío, líneas de proceso más modernas, servicios de procesamiento para otros productores de la zona. Todo eso para concretar veinte años después, en 2011, la primera de exportación directa con el nombre de Huertos Collipulli.

Decidieron extender la experiencia más allá de la fruta. En el área de los cultivos tradicionales, donde la industria está concentrada en menos manos -en el caso del raps, por ejemplo, solo existen otros tres poderes compradores en el país-, decidieron replicar el modelo de integración vertical en la cadena de comercialización, para mejorar los márgenes que recibían como productores, con las plantas de secado de maíz y producción de raps que inauguraron este año y que ya planean ampliar para la temporada 2017-2018.

También miran con atención otros cultivos y los frutos secos, como otro objetivo para repetir la exitosa fórmula de integración y asociatividad que buscan consolidar, siempre centrados en La Araucanía (ver recuadro). «Van saliendo las necesidades. Mañana puede ser otro cultivo y podemos generar otra agroindustria con el volumen que podemos proporcionar como socios, más los terceros con los que trabajamos, y así podemos generar otro tipo de negocio en la agroindustria y la fruticultura», proyecta Edgardo Meynet, el actual presidente del grupo.

La partida visionaria

Cuando recién se formaban los grupos de transferencia tecnológica (GTT) en Chile, en el de Collipulli había 20 participantes. Todos comenzaron a analizar cómo desde ahí, rodeados de pinos y eucaliptos, podían participar de la estrategia de desarrollo del país enfocada en el comercio exterior.

Pero al decidirse por los arándanos, quedaron solo los seis socios que hoy conforman la empresa, ya que los demás percibieron que el nivel de riesgo era muy alto, tanto en términos productivos como de inversión.

«La experiencia de echar a andar una iniciativa como esta desde cero, sin experiencia, sin historia, no fue fácil, porque para plantar cinco hectáreas de arándanos no había ninguna posibilidad de financiamiento y para hacer un packing a inicios de los 90, tampoco. Los bancos no creían en el negocio», afirma Pedro Nickelsen.

Sin embargo, los socios de Huertos Collipulli insistieron y financiaron las primeras plantaciones con recursos propios. A poco andar, dicen, se dieron cuenta de que era un negocio muy rentable en relación con la agricultura tradicional, y eso los llevó a diversificarse en la producción de frutas: actualmente suman 500 hectáreas de arándanos, manzanos y cerezos, más otras 250 ha de frutos sectos.

«Esas buenas perspectivas potenciaron el que cada uno de nosotros se interesara en hacerlo mejor, en crecer, en buscar alternativas tecnológicas nuevas, y como resultado fue aumentando el volumen de fruta que teníamos», agrega Nickelsen, respecto de los años en que fueron consolidando la asociación como productores y procesadores.

Al tener un mayor volumen y diversidad de frutas, la idea de exportarlas en forma directa apareció sin buscarla, pero la concretaron solo hace cinco años, al mandar con el nombre de Huertos Collipulli -que en mapudungún significa «Tierra Roja»- por primera vez 20 contenedores de arándanos y algunos de cerezas y manzanas.

«La década anterior fue de crecer en infraestructura y en la asociación, en lograr mantener un negocio con los arándanos, y la que estamos viviendo ahora es la de darles más valor a nuestros productos», plantea Edgardo Meynet.

En la última temporada, los envíos -que también incluyen la producción de terceros- sumaron 180 contenedores en el caso de los blueberries, y entre 160 y 200 mil cajas de cerezas, cifras que esperan superar en la campaña 2016-2017.

«La empresa opera como un organismo independiente, que compra la fruta de cada socio. Entonces, no es necesario que tengamos más o menos de algo. Hay una empresa que tiene más arándanos, otra que tiene más cerezas, hay diferencias entre uno y otro», detalla Meynet, para explicar que no todos los socios aportan el mismo volumen ni especie de frutas.

El gerente general de la empresa, Cristóbal Duke, aclara que el modelo no va desde una demanda de la industria hacia la producción, sino que en respuesta de la necesidad de proceso que tienen los socios. «Huertos Collipulli va dando servicios a las distintas oportunidades que van apareciendo», dice.

Sobre la posibilidad de sumar nuevos socios a la empresa, la respuesta de todos los socios es un «sí», pero con una condición: quieren que sean agricultores, que aporten fruta o granos.»No queremos a un gallo que traiga plata», asegura Nickelsen.

La apuesta por la agroindustria

Pese al avance de la fruticultura en La Araucanía y en los campos de los socios, el mayor volumen de la producción todavía se concentra en los cultivos anuales, por lo que una de las metas que se fijaron fue avanzar en ese rubro, juntos, replicando el modelo frutícola.

«Como empresa, veíamos que el margen de la producción se lo llevaban los servicios más que el productor, y por eso decidimos ir un paso más adelante y darnos nuestros propios servicios», comenta Cristóbal Duke.

Aunque la idea fue pensada como una solución para las cosechas de los socios, sin considerar a terceros, antes de construir la planta de secado de maíz y de elaboración de aceite de raps, descubrieron que había una oferta en la zona sur del Biobío y norte de La Araucanía que no estaba cubierta por la industria en esos dos cultivos, y decidieron aumentar su capacidad y comprar parte de ella.

La planta comenzó a funcionar este año y, con una inversión de unos US$ 5 millones, tiene la capacidad para procesar 15 mil toneladas de raps y 17 mil de maíz, aunque ya decidieron ampliarla a 25 mil toneladas en este último caso para la temporada 2017-2018.

«Decidimos realizar este proyecto porque somos productores y tenemos la materia prima, por lo que contábamos con una base importante, pero también porque la industria ha tenido prácticas no muy transparentes, al igual que como ocurría años atrás con las exportadoras de frutas y que nos llevó a formar la nuestra», dice Edgardo Meynet, y afirma que no han sido capaces de absorber toda la oferta disponible de raps en la zona. Para no caer en las mismas prácticas que critican, aseguran que la clave está en tratar a los demás productores como si fueran un socio más de la empresa.

«Los tratamos igual y por eso tenemos esa oferta que no somos capaces de cubrir. No pretendemos convertirnos en los más grandes de Chile en la canola ni en las frutas ni en el maíz, sino que queremos hacer bien el negocio y poder mantenerlo en la región, porque es necesario», afirma Meynet, y detalla que los precios de los contratos con los productores se fijan de acuerdo a los valores internacionales de cada commodity, con la opción de determinarlo al firmar el contrato o durante la temporada.

Para el mediano plazo, no descartan entrar en el proceso de otros cultivos que también forman parte de la producción de los socios. «Las necesidades van apareciendo y podemos generar otra agroindustria con el volumen que podemos proporcionar nosotros, más los terceros con los que estamos trabajando. Eso es tanto para los cultivos como para la fruta», precisa el presidente de la firma.

Frutos secos, el próximo paso

El avellano europeo y los nogales son otras especies en las que han entrado los socios de Huertos Collipulli durante los últimos años, en línea con el boom que han tenido en el resto del país. Y, si hasta ahora venden la producción, uno de los pasos que quieren dar es entrar a la industrialización de los frutos secos, aunque todavía -aseguran- no han desarrollado una iniciativa concreta.

«En la misma línea que somos una empresa fundamentalmente prestadora de servicios, es muy probable que en algún momento nos veamos forzados a hacer la evaluación de un proyecto en esta área, de recepción, limpieza y secado de frutos secos, tal como partimos con los arándanos», proyecta Pedro Nickelsen.

En ese sentido, no ve como un impedimento que actualmente el mayor poder comprador sea AgriChile, del Grupo Ferrero, en el caso de las avellanas, sino que cree que prestar esos servicios incluso podría ser un alivio para la firma de capitales italianos.

«Creo que eso le encantaría a Ferrero. Para ellos tener una parte industrial o 40 camiones diarios llegando con fruta húmeda siempre es un problema», afirma, y otros socios destacan también la opción de crear productos con mayor valor agregado, como la pasta de avellanas.

Si bien esa área es la que parece más próxima para avanzar con el modelo que han desarrollado en la fruta y los cultivos, la internacionalización es otro paso que analizan los socios, sobre todo porque el actual contexto político del país no les parece muy atractivo.

«Hemos estado mirando a Argentina, Colombia y Perú. No se ha materializado nada ni hay nada concreto en carpeta, pero estamos inquietos por esa parte, por cómo se ve la parte institucional en Chile a futuro», plantea Pedro Nickelsen, y detalla que el grupo de socios ya estuvo recientemente en Perú analizando algunas opciones.

Sin embargo, reconocen que pese al contexto actual de reformas que afectan al sector agrícola -como la del Código de Aguas, tributaria y laboral- no han decidido postergar proyectos a raíz de ello, porque realizan las evaluaciones concentrados en el largo plazo.

«Uno de los cambios que se necesitan es en materia de riego, porque si a nivel de Estado no se hace el esfuerzo de concretar las obras que le corresponden, la agricultura de esta zona va a ir muriendo… Uno lo contrasta con Perú, donde se están haciendo inversiones tremendas, y con Argentina, donde pude ver que a un productor el Estado le hizo un canal de 25 kilómetros, el potencial que nosotros tenemos se va a empezar a deteriorar», asegura Pedro Nickelsen, como uno de los mayores desafíos pendientes para el sector.

180 contenedores de arándanos enviaron la última temporada. En esta esperan llegar a 3 millones de kilos

Paloma Díaz Abásolo, desde Collipulli
Reportajes central
El Mercurio

FUENTE: ECONOMIAYNEGOCIOS.CL