Entrevista a José María Villanueva, un cooperativista

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“Si el hombre se olvida de su semejante, pierde la esencia de su propia humanidad”

José María Villanueva tiene 73 años de edad y confiesa que el cooperativismo lo trae desde la cuna.
“Provengo de un hogar donde lo prioritario y fundamental era la familia. Fue un hogar medio, sin necesidades pero tampoco con lujos. Mi padre era comerciante y de él heredé la vocación por lo público, por las instituciones intermedias, el cooperativismo, la economía a escala humana y social”, dice este hombre que fue presidente del Centro de Defensa Comercial e Industrial, que ejerció la presidencia durante 18 años de la Cooperativa Eléctrica y en su gestión se adquirió su actual edificio, cuyo Salón de Actos lleva su nombre. “Un homenaje que uno agradece, pero que es inmerecido”, sostiene.
José María Villanueva recibió a EL ARGENTINO en la mañana de ayer en su domicilio de calle Mitre. Un reloj que simboliza la eternidad y la fugacidad del tiempo; y el retrato de su padre, que simboliza sentimientos nobles y de gratitud, dominan la escena de su escritorio, pero también conforman o estructuran gran parte del diálogo.
“Mi padre fue fundador y gerente de la Cooperativa Eléctrica, miembro del Centro de Defensa Comercial e Industrial. Fue una persona que luchaba contra el individualismo. Recuerdo que siempre me decía que el hombre, por ser hombre y tan sólo por poner sus pies sobre la Tierra, no podía ser individualista. Y concluía: si el hombre se olvida de su semejante, pierde la esencia de su propia humanidad. Esa enseñanza me ha acompañado a lo largo de mi vida”, dice para sintetizar su pensamiento en un puñado de palabras, que son por sí misma un tratado de filosofía.
José María Villanueva nació el 8 de enero de 1938. Hijo de don José María Villanueva y de doña América Perdomini. A los 73 años repasa algunos aspectos de su vida y a cada hecho que recuerda le añade un nombre y un apellido para agradecer, acaso como una huella digital de su alma. Así nombra a don Andrés Rivas, a Enrique Rabey, a Bernardo Specktor y a Emilio Greissing, pero la lista se agranda a medida que relata. Él mismo concluye: “Mi vida comunitaria ha transcurrido entre instituciones, donde el cooperativismo tiene un rol preponderante”.

-Anticipó su formación familiar y social. ¿Cuáles fueron sus inicios escolares?

-La primaria la cursé en dos escuelas muy queridas. Hasta cuarto grado en la Escuela Gervasio Méndez y luego en la Escuela Guillermo Rawson. La secundaria la cursé en el Colegio Nacional Luis Clavarino y pertenezco a la promoción 1955. Me fui a estudiar Derecho a La Plata, pero no terminé esa carrera.-¿Por qué?
-Por razones que no vienen al caso, pero básicamente porque no fui responsable con las oportunidades que tenía en ese momento. Pero quiero regresar a mi primera formación. De la escuela primaria recuerdo a las señoritas maestras Evangelina Reyes y Blanca Portela, entre otras. De la secundaria, recuerdo a todos mis profesores, especialmente a Borro, Rodolfo García. Ellos fueron muy emblemáticos en nuestra formación, porque inspiraban autoridad pero no miedo, confianza pero no extra limitaciones. Borro nos daba Historia y era un maestro que iba siempre más allá del libro y del texto y le gustaba desarrollar filosóficamente su materia.-¿Abandona Abogacía y regresa a la ciudad?
-Sí. Mi padre estaba enfermo y cuando él fallece quedo como sostén familiar y por eso tuve que salir a trabajar intensamente. Hice muchas cosas, siempre dedicado al comercio y a la actividad mercantil. Llegué a ser representante de la firma Atanor y representante de Singer, que en esos años no se limitaba a su fuerte que era las máquinas de coser sino a toda una línea de electrodomésticos. Pero el salto definitivo lo doy cuando un gran amigo de mi padre, don Andrés Rivas, me invita a incorporarme a su empresa y para mí fue una gran escuela de vida. En ese tiempo vendíamos un alimento balanceado para animales que se denominaba Purina y que era todo un suceso. Le estoy hablando de principios de los años `60. Y además colaboraba con don Andrés en las estaciones de servicios. Aprendí muchísimo con don Andrés, no sólo en el trato hacia el cliente en términos comerciales, sino fundamentalmente en la relación con el prójimo. Conocer los derechos y las obligaciones es fundamental para conducirse en la vida de manera recta, porque nos da límites que nos hacen crecer.-¿Cómo incursiona en las instituciones intermedias?
-Mis primeras experiencias vienen del hogar y más específicamente de mi padre. Mi hogar fue una escuela de vida en el sentido más integral. Mi padre fue uno de los fundadores de la Cooperativa Eléctrica, y recuerdo que cuando yo era niño, daba vueltas una manija en una máquina para imprimir las primeras acciones. Así que viví la gestación de la Cooperativa Eléctrica e incluso tenía mis manos entintadas con las primeras impresiones antes de su fundación institucional. Siendo estudiante secundario, nos juntábamos los del Clavarino con los de la Escuela Normal para organizar actividades con fines benéficos. A mediados de la década del ´50, por ejemplo, organizábamos bailes del tipo matiné para contribuir a la compra de un pulmotor para la ciudad. En La Plata, siendo estudiante universitario participaba del Centro Universitario de Entre Ríos y junto a la Municipalidad dábamos una beca a estudiantes de escasos recursos pero buenas calificaciones. Todas esas cosas fueron enseñanzas maravillosas, porque siempre podemos hacer algo por el prójimo y la sociedad.-

-¿Y en Gualeguaychú sigue con esa vocación?

-Es que esa vocación está en donde uno está. Así de simple. Una vez le planteó a don Andrés Rivas mi necesidad de independizarme y él, de manera muy generosa, decide apadrinarme en esa iniciativa. Me brindó toda su colaboración e incluso su firma, un gesto que no era fácil de obtener porque esa firma era toda una garantía. Me dedico a la actividad comercial ligada a lo avícola. Y un día, a principios de la década del ´70, Enrique Rabey y Bernardo Specktor, dueños de la tienda El Hogar, me invitan a las reuniones del Centro Comercial. Tanto Rabey como Specktor era muy amigos de mi padre que ya estaba fallecido. Incluso Rabey había sido empleado de mi padre en el almacén Casa Estampes, que estaba ubicado en calle Bolívar y Villaguay –hoy Borques- y mi padre ya había sido dirigente en el Centro Comercial. Los amigos de mi padre fueron grandes protectores para mí y por eso tengo un agradecimiento eterno hacia ellos.-¿Cuándo asume la presidencia del Centro Comercial?
-Fue en 1976 hasta 1978, pero siempre estuve en la Comisión Directiva. Aquí quiero agregar un dato de contexto histórico. Ya funcionaba la Corporación del Desarrollo y se resuelve que ambas entidades asuman roles distintos pero complementarios en beneficio de la comunidad. Fue toda una experiencia, porque en el Centro Comercial se venía con la costumbre de presidencias alternadas entre Enrique Castiglioni y Bernardo Specktor. Pero se formaron muy buenos equipos de trabajo y se gestionaron muchas cosas con un gran empuje y vocación por el interés general. Quiero volver a don Andrés Rivas. Se había concluido ya las gestiones para el Complejo Mesopotámico y don Andrés era el representante del Centro Comercial en la Comisión Pro Integración Mesopotámica. Y sus aportes fueron sustanciales. Le decíamos el embajador sin cartera, porque recorría los despachos oficiales para concretar la obra del puente Zárate Brazo Largo. Siempre digo que uno de los pilotes de ese enlace vial y ferroviario debería llevar el nombre de Andrés Rivas. Sería un acto de justicia y memoria histórica.

-¿Y a la Cooperativa Eléctrica?

-Es una etapa muy linda de mi vida, porque mi padre además de socio fundador fue su primer gerente. Mi padre y don Roque Piccini (actual secretario de la Corporación del Desarrollo) salían casa por casa a vender acciones de la Cooperativa Eléctrica. El asunto es que don Emilio Greissing, que era presidente de la Cooperativa, me invita a ser parte de la Comisión Administrativa. Y en 1983 asumo la presidencia durante 18 años, sucediendo a Ernesto Tissoco. A la Cooperativa Eléctrica la vi nacer en mi casa. Las solicitudes para comprar acciones se imprimían en mi casa con un rotaprin. Yo era chico y era el encargado de girar la manija para imprimir las solicitudes de acciones. Mis manos estaban teñidas con la tinta de las acciones de la Cooperativa Eléctrica. Por eso cuando don Emilio Greissing me invita a ser parte de la Comisión Directiva, para mí fue un deber y un honor al mismo tiempo. Mire, una empresa de servicios públicos como la Cooperativa Eléctrica siempre tendrá necesidades y deberes para cumplir sus aspectos técnicos, y simultáneamente desarrollar acciones educativas y comunitarias. Lo que hoy se llama Responsabilidad Social Empresaria y que una cooperativa por su génesis la cumple desde su gestación.

-En su mandato se compra el actual edificio…
-La cooperativa necesitaba un edificio propio y tenía terrenos para ese fin. La liquidación del Banco Mesopotámico deja librado al azar el destino del edificio que fue la cuna de la Cooperativa de Créditos y que era todo un símbolo para Gualeguaychú. Fue construido con el aporte de los vecinos y decidimos rescatar ese edificio para beneficio de la comunidad. Asumimos el desafío y con el apoyo de la sociedad sorteamos el remate público. Clave fue también el acompañamiento de la Federación Argentina de Cooperativas Eléctricas y el periodismo local, permitieron que la Cooperativa comprara el edificio el 17 de noviembre de 1989 y fue inaugurado el 7 de julio de 1991, justo en el Día Internacional del Cooperativismo. Este hito fue para mí uno de los más importantes como presidente de la Cooperativa Eléctrica y se logró gracias al trabajo conjunto de los consejeros, funcionarios, personal de la cooperativa y el entusiasmo de la propia comunidad. Mi vida comunitaria ha transcurrido entre instituciones, donde el cooperativismo tiene un rol preponderante. Actualmente soy miembro de la Junta Promotora de la Caja Cooperativa de Crédito que impulsa la Corporación del Desarrollo con sus instituciones.

-¿Y actualmente está promoviendo la Caja Cooperativa de Crédito?
-Paradojas del destino y la historia. La Caja Cooperativa de Crédito fue una de las fundadoras de la Corporación del Desarrollo. Luego las desinteligencias políticas de los gobiernos la disuelven y la anulan. Hoy, porque las leyes han cambiado para mejor, es la Corporación del Desarrollo, hija de la Caja de Crédito, impulse su creación a través de la Junta Promotora que integro como un vecino más. Este proyecto es más fuerte que yo, pero es una idea-fuerza que nos convoca nuevamente como sociedad y recupera esa forma de gestionar en beneficio de la propia comunidad. Es maravilloso ser parte de esta historia que nuevamente se está escribiendo con el esfuerzo de todos los vecinos.

-¿Cómo observa a las generaciones actuales con el compromiso por lo público?

-Siempre con esperanzas y con realismo. No es fácil, porque prevalece el sistema del individualismo. Es mentira que no se tiene tiempo, porque el día siempre tuvo 24 horas para todos. Es cuestión de compromiso y responsabilidad social. El tiempo hay que hacerlo, generarlo y eso es compromiso. Siempre se requirió aportar algo más y ese es el sentido de solidaridad y cooperación que luego nos distingue como comunidad. No creo que los tiempos hayan cambiado, aunque me preocupa que muchas veces prevalezca el individualismo que nos quita pertenencia colectiva. Sin la sociedad, sin la comunidad no somos nada, apenas unas personas sueltas. Es el sentido de persona el que nos debe llevar siempre a trabajar en forma conjunta, con el otro, con el prójimo. Vuelvo a la enseñanza de mi hogar, a la de mi padre, que decía: si el hombre se olvida de su semejante, pierde la esencia de su propia humanidad.


Por Nahuel Maciel
Fuente: Elargentino