“La economía solidaria existe porque resuelve las necesidades de la gente”

“La economía solidaria existe porque resuelve las necesidades de la gente”

Entrevistamos a Jordi García Jané, cooperativista y teórico de la Economía Solidaria con motivo de la publicación de un sugerente documento de propuestas estratégicas.

Acabas de publicar un sugerente texto que lleva por título “Economía Solidaria de supervivencia’. ¿De qué supervivencia estamos hablando y qué papel ocupa en ésta la Economía Solidaria?

Me refiero a nuestra supervivencia como especie, a la supervivencia humana, amenazada por la crisis socioecológica que hemos desencadenado: calentamiento global, escasez de energía, agua y materiales, aumento del riesgo a un conflicto nuclear…

La economía social y solidaria (ESS) debe y puede contribuir a superar dicha crisis empujando hacia la transición ecosocial o, si ni lo conseguimos y nuestra civilización termina colapsando, habiendo ayudado a preparar los botes de salvamento para sobrevivir. Todo esto nos lo jugamos en los próximos veinte o treinta años, como máximo.

¿Cómo valoras el menor impacto que de algún modo tiene la ESS respecto de otros movimientos afines como el ecologismo o los feminismos? ¿Crees que pude deberse a que la Economía Solidaria esté aún definiéndose a sí misma, más centrada en este ‘hacia dentro’ que en lo que ocurre fuera, faltándole así conexión con la sociedad?

Puede que la ESS esté aún en una fase de conformación como ámbito y como movimiento, de estar todavía acotando su propio perímetro, algunas ramas o experiencias aún tienen poca conciencia de pertinencia a la misma…; pero también hay que tener en cuenta que la ESS es más reciente que el feminismo o el ecologismo. Aún así no creo que esté alejada de los problemas de la gente; de hecho, si existe es precisamente porque resuelve necesidades, aunque sí es verdad que debe llegar a muchos sectores populares a los que no alcanza: la ESS es todavía muy blanca, poco joven, propia de sectores muy activistas y cualificados… Y llegar a estos sectores es, desde luego, crucial, para luchar contra la pobreza, la desigualdad y la crisis socioecológica.

Hablas de la pobreza y la crisis ecológica como los dos grandes retos de la humanidad. Echando un ojo, ¿por qué?

Una parte de la humanidad ya colapsó hace mucho tiempo y malvive en la pobreza más extrema o directamente muere por hambre y enfermedades asociadas.

La crisis socioecológica agravará y extenderá más aún esta situación, así como la desigualdad social. Si no reducimos la desigualdad Norte-Sur, pero también dentro de nuestras sociedades, ni erradicamos, como mínimo, el hambre y la pobreza extrema, será imposible detener algunos de los fenómenos que nos acercan al colapso, como por ejemplo, en el Sur global, el crecimiento demográfico y la multiplicación de las guerras. Tampoco en el Norte global, si no reducimos la desigualdad y garantizamos las necesidades básicas a todo el mundo, se dará la legitimidad suficiente para que las poblaciones acepten la inevitable reducción del consumo que nos aleje del colapso.

¿Crees que son problemáticas percibidas comúnmente o predicas en el desierto? Y en concreto la Economía Solidaria, ¿consideras que comparte este diagnóstico y que dirige sus acciones y estrategias a superarlas o está en otras?

REAS Navarra en la firma del Pacto Navarro contra la pobreza 2021-24 del Parlamento de Navarra (Autoría: REAS Navarra)
REAS Navarra en la firma del Pacto Navarro contra la pobreza 2021-24 del Parlamento de Navarra (Autoría: REAS Navarra)

Creo que a todas las personas nos cuesta mucho hacernos a la idea de la gravedad del momento en que nos encontramos y de la urgencia para cambiar tanto personal como colectivamente. Hasta hace poco, yo tampoco me había hecho cargo a fondo de dicha situación. Las actividades económicas de la mayoría de iniciativas de economía social y solidaria, precisamente por ser “sociales” y “solidarias”, ya van encaradas a resolver necesidades básicas de la población y a hacerlo de forma sostenible. Digamos que ya forman más parte de la solución que del problema. Ahora bien, también pienso que, si los movimientos de ESS, fueran capaces de hilvanar una estrategia de desarrollo a medio plazo alineada con resolver estos grandes retos de los que hablamos, la contribución de la ESS sería mucho más efectiva.

Estamos lejos de desmantelar el capitalismo, pero ‘simplemente’ domesticarlo supone una empresa titánica. ¿Nos desarrollas algo más esta idea, que seguro da para un buen titular…?

Capitalismo y vida son incompatibles, tal como nos enseñan las economistas feministas. Por lo tanto, la vida estará continuamente cercenada y amenazada mientas no cambiemos a otro sistema y modo de vida más justo, democrático, igualitario y sostenible. Pero, por desgracia, en los inmediatos decenios, no tenemos capacidad para desmantelar el capitalismo, es decir, ni fuerza para derribarlo ni suficiente masa crítica de iniciativas alternativas (entre ellas la ESS) para saber con qué sustituirlo. Ahora bien, es en estos años inmediatos que ya nos jugamos el futuro de la humanidad. Tenemos que detener el calentamiento global, tenemos que emprender una transición energética, tenemos que parar el crecimiento demográfico… Por lo tanto, parafraseando a Walter Benjamin, debemos accionar los frenos de emergencia a esta locomotora enloquecida que nos lleva al abismo, que es el capitalismo y, si podemos, desviarlo hacia una vía muerta más segura, y luego ya trataremos de apearnos y, por decirlo así, seguir nuestro camino en bici.

Te sumas a la corriente de quienes, bajo estos diagnósticos, proponen trabajar en dos líneas: incidir en los gobiernos y el capital para imponerles la transición ecosocial y, por si acaso…, prepararnos para el colapso, para colapsar mejor. ¿Cuáles son las potencias y límites de la ESS ante este doble objetivo?

En efecto. Objetivo máximo, la transición ecosocial; objetivo mínimo: sobrevivir al colapso. A mi modo de ver, las potencias de la ESS parten del hecho de que no es ninguna teoría, sino un conjunto cada vez más rico de prácticas: trabajo cooperativo, finanzas éticas, consumo responsable, monedas sociales, iniciativas comunitarias, bienes comunes… Cada una de estas ramas del árbol de la ESS ya está luchando contra la pobreza y la desigualdad, por una parte, y contra la crisis socioecológica, por la otra. ¿Los límites? Algunos internos, que podemos superar a corto plazo, por ejemplo, disponer de una visión y una estrategia compartidas que hagan a la ESS más eficaz. Otros, externos: ciertamente, aun disponiendo de una visión y una estrategia compartidas, la ESS no está suficientemente desarrollada para ser el motor de esa transición ecosocial que ya deberíamos estar haciendo. Lo que no significa que no pueda y deba tener un papel muy importante para jugar, pero será un papel más cualitativo que cuantitativo.

Destacas cuatro funciones de la ESS: satisfacer necesidades; hacer de escaparate de una economía diferente a la capitalista; laboratorio de iniciativas y escuela de los sectores populares. ¿Qué objetivos estratégicos concretos subyacen a estas funciones?

En el artículo, propongo cinco objetivos estratégicos para ese doble objetivo de contribuir a la transición ecosocial y, si no la conseguimos para, al menos, estar preparadas para afrontar el colapso. Por supuesto, puede haber otros tanto o más importantes que los que sugiero. El primero es multiplicar las iniciativas de ESS en actividades esenciales (alimentación, energía, cuidados…), promoviendo modelos sostenibles, que luego los estados puedan extender e incluso legislar para convertirlos en el estándar del sector. El segundo es disponer de entidades referentes que, en una situación de colapso, pudieran ser fácilmente replicables por la propia población. El tercero sería dotar de autonomía material a los movimientos emancipadores. El cuarto, propagar una nueva forma de vida más frugal, intensificando su práctica desde las propias entidades de ESS. Y el quinto objetivo sería crear comunidad y comunidades, promoviendo las iniciativas comunitarias de ESS, impulsando la gestión comunitaria de espacios y equipamientos, democratizando los servicios públicos mediante la participación de las personas usuarias y de las trabajadoras, y creando bienes comunes y revitalizando los ya existentes.

Al final del artículo (atención spoiler!), hablas de que “la estrategia de la ESS debería pasar por poner más el acento en la capilaridad y diversidad de iniciativas que en su concentración y cantidad; en la economía reproductiva que en la productiva; en la dimensión comunitaria que en la socioempresarial; en la planificación democrática y la reciprocidad que en el mercado; en la escala local que en la global”. ¿Podrías desgranarnos y aterrizar un poco más cada una de estas líneas?

Me cuesta desgranarlo en pocas palabras. Primar la capilaridad y diversidad porque creo que, en una situación de urgencia y de incertidumbre, es mejor diseminar las semillas y que sean de muchas variedades distintas, que no centrarnos en hacer crecer unas pocas, aunque den un gran fruto. Primar la economía reproductiva, porque cuidar, preservar, restaurar –y repartir– lo que ya tenemos se me antoja más urgente también y más sostenible que seguir produciendo como no sea en actividades esenciales para la vida. De las dos dimensiones de la ESS, que son la socioempresarial y la comunitaria, primaría esta segunda porque solo tejiendo comunidad y comunidades lograremos cambiar a formas de vida más igualitarias y sostenibles. Los principios económicos de planificación y reciprocidad por encima del principio de mercado, porque en tiempos de escasez asignan mucho mejor los recursos que no el mercado, que solo los proporciona a la llamada demanda solvente. Y por último, primar lo local frente a la global, porque la escasez de energía, incluso con renovables, obligará a relocalizar la economía, lo que de paso ayudará a democratizarla.

¿Tenemos, la Economía Solidaria y los movimientos sociales, memoria colectiva de la que tirar para encontrar experiencias exitosas pasadas o presentes que nos alumbren en este “callejón sin salida”?

Podemos inspirarnos en la reacción de sociedades como la británica o la norteamericana durante la II Guerra Mundial. O de la sociedad cubana durante el denominado “periodo especial”, tal como nos cuenta Emilio Santiago Muíño en Opción Cero: el reverdecimiento forzoso de la Revolución Cubana.

También podemos aprender de la reacción popular a desastres como el del Katrina en Nueva Orleans y otros, que tan bien analiza Rebecca Solnit en su libro Un paraíso en el infierno. Pero en cualquier caso la crisis a la que nos enfrentamos no tiene parangón por extensión, duración ni profundidad, así que tendremos que improvisar…

Para concluir, además de agradecerte el texto, enormemente pertinente y necesario, nos gustaría preguntarte por el destino de estas propuestas. ¿Cuál sería el mejor desarrollo de estos planteamientos o, lo que es lo mismo, por dónde comenzamos…?

En el artículo hago una batería de propuestas, que pueden ser más o menos afortunadas. Pero previo a ellas, y más importante todavía, yo diría que lo primero sería empezar realizando un diagnóstico de cómo está la ESS en cada territorio y a partir de ahí elaborar una visión compartida de qué futuro nos imaginamos para la ESS, digamos a medio plazo, en 2030 por ejemplo, y qué estrategia debemos implementar para alcanzarlo, siempre enmarcándolo en cómo contribuir a afrontar los grandes retos globales que hemos comentado antes. Esto, al menos, es lo que, desde hace unos meses, hemos empezado a realizar en Cataluña, en la Xarxa d’Economia Solidària (XES), con el proceso de reflexión estratégica que tenemos abierto.

Fuente: elsaltodiario