La necesidad de cambio hacia una economía circular

El pasado 29 de julio se determinó como el Día del Sobregiro de la Tierra para el 2019, lo que significa que, si como humanidad tuviéramos disponible un presupuesto anual de recursos naturales, éste se hubiera agotado ese día; prácticamente cinco meses antes de concluir el año. Es decir, necesitaríamos 1.75 planetas Tierra para satisfacer la demanda anual de recursos naturales, cuando en la realidad sólo tenemos uno.

Esta fecha, calculada por la organización internacional Global Footprint Network, y que lamentablemente cada año llega más temprano en el calendario, no es la única señal de alarma en materia ambiental, ya que hay que recordar que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) también ha advertido en repetidas ocasiones que se tiene hasta el 2030 para limitar el calentamiento global a un máximo de 1.5 grados centígrados o de lo contrario se tendrán graves consecuencias derivadas de este cambio climático, algunas de las cuales se empiezan a notar con mayor fuerza y severidad año tras año: huracanes, inundaciones, sequías, incendios, etcétera.

Esta sobre explotación del capital natural limita la capacidad de resiliencia de la Tierra y pone en riesgo la subsistencia de todos los ecosistemas, a menos que se logren hacer cambios significativos en los patrones actuales de producción, consumo e inversión del ser humano.

Desde luego, esto no es sólo responsabilidad de los gobiernos y/o de las empresas, sino de cada uno de nosotros, ya que nuestras acciones como consumidores, como miembros de una comunidad, o como ciudadanos de un país, pueden ser piezas clave para detonar la transformación de una economía lineal (basada en la extracción de recursos y la transformación de materias primas para la posterior producción de bienes, los cuales son comercializados y consumidos, y cuyos residuos finalmente son desechados), hacia lo que se conoce ahora como una “economía circular”.

De acuerdo con la Fundación Ellen MacArthur (referente internacional en el tema), la economía circular “es una economía restauradora que tiene como objetivo mantener la utilidad de los productos, componentes y materiales, y conservar su valor. Por lo tanto, minimiza la necesidad de nuevos insumos de materiales y energía, a la vez que reduce las presiones ambientales relacionadas con la extracción de recursos, las emisiones y los desechos”. De esta manera, surgen oportunidades para crear bienestar, crecimiento y empleo, y al mismo tiempo se reducen las presiones e impactos ambientales.

Este modelo alterno de economía se basa en tres principios:

Preservar y mejorar el capital natural, controlando las existencias finitas y equilibrando los flujos de recursos renovables.

Optimizar el uso de los recursos, rotando productos, componentes y materiales con la máxima utilidad en todo momento, tanto en los ciclos técnicos como en los biológicos.

Fomentar la eficacia del sistema, revelando y eliminando externalidades negativas.

Para ponerlos en práctica, se requiere del cambio de viejos paradigmas, además del compromiso de todos los sectores, ya que no sólo basta con reusar y reciclar (que desde luego puede ser un buen primer paso), sino de utilizar cada vez menos recursos en los procesos productivos, optar por bienes duraderos por encima de los desechables o de un solo uso, generar menos residuos, impulsar el mayor uso de las energías limpias y considerar los impactos sociales y ambientales en los procesos de toma de decisión de consumo e inversión, por mencionar algunos.

Todo ello pudiera parecer demasiado complejo, pero se puede comenzar con pequeñas acciones en casa o en el trabajo, que de manera colectiva contribuyan a un futuro más sustentable y sostenible a largo plazo en nuestra comunidad, estado, país, región y planeta.

*Director del Centro IDEARSE para la Responsabilidad y Sustentabilidad de la Empresa de la Universidad Anáhuac México.

Fuente: eleconomista.com.mx