La tradición textil en las cooperativas artesanales de la Península de Yucatán

La Península de Yucatán cuenta con una profunda tradición artesanal que se refleja en la creación de una amplia variedad de productos de uso diario. Entre ellos sobresale el legado textil cuyos ejemplos más representativos son el hipil maya, la guayabera, el sombrero de jipi y las hamacas. 

Mérida, 11 de octubre de 2021 (UNESCO) — El bordado, tejido y urdido de textiles en la Península de Yucatán data de los tiempos del virreinato. El hipil ha sido parte de la vestimenta diaria de las mujeres de Yucatán, Campeche y Quintana Roo por más de 200 años. La hamaca, por su parte, era considerado un mueble de descanso y sueño en las casas mestizas.

Actualmente, a pesar de la industrialización del trabajo textil, se siguen elaborando artesanalmente hipiles y hamacas en muchas comunidades de la Península de Yucatán, donde la mujer se convierte en cuidadora del patrimonio cultural inmaterial al conservar y transmitir sus conocimientos tradicionales.

Carmela Peraza Pot, originaria de Tixméhuac, al Sur de Yucatán, es una cuidadora de estos saberes, quien aprendió el urdido de hamacas a temprana edad: “Yo tenía mis 10 años cuando aprendí a urdir hamaca. De niña vivimos mucha pobreza y pues teníamos que hacerlo. Mis papás nos decían tienen que urdir y así empezamos.”

Actualmente, a sus 42 años, Carmela sigue impulsando la conservación y difusión de la tradición textil, a través de su desempeño como promotora de la organización Aid to Artisans (ATA), localizado en Timul, Yucatán.

ATA es un grupo de 14 artesanas, quienes confeccionan hamacas con puntos de venta en Mérida y con alcance de venta en el extranjero, gracias a la sistematización del proceso de elaboración de hamacas, mediante el trabajo en pares, en donde una artesana se encarga del urdido y otra de coser y hacer las borlas que decorarán la pieza. 

A pesar de la industrialización del trabajo textil, se siguen elaborando artesanalmente hipiles y hamacas en muchas comunidades de la Península de Yucatán, donde la mujer se convierte en cuidadora del patrimonio cultural inmaterial. 

El tiempo de elaboración de una hamaca es de quince días en promedio, ya que las artesanas no solo son cuidadoras de la tradición textil, sino también realizan otras labores para el bienestar de su familia y comunidad.

“Ellas, aparte de hacer las técnicas de urdido, son amas de casa, son campesinas en la milpa, atienden a sus hijos. Este grupo de señoras, la verdad, no descansa, son muy trabajadoras”, explica Carmela acerca del grupo de artesanas.

La presencia de ATA inició con proyectos en la región en el 2017; Francisco Cruz, responsable del programa “Manos vivas” en Timul, comenta:

“Nosotros comenzamos, primero, con un diagnóstico para conocer qué se hacía en la región, cómo se hacía y dónde se hacía. Ubicamos la tradición del punto de cruz bordado a máquina y de las hamacas, que son las principales técnicas de la artesanía textil en Yucatán”.

La característica del trabajo de hamacas en Timul es de un profundo conocimiento de la técnica, de una alta calidad en el urdido y decorado. Sin embargo, las artesanas se enfrentan al desconocimiento de la colocación del producto en el mercado tradicional dejándolas, en su mayoría, a merced de los intermediarios.

El municipio de Tahdziú, donde se ubica Timul, es el de mayor pobreza en ingresos en toda América Latina. Por ello, se ha  buscado crear proyectos  para mejorar el desarrollo económico de las artesanas.

En este sentido, María Eugenia Pineda, representante de ATA en México, considera que el principal obstáculo para grupos artesanales como el de Timul es el costo que representa sacar un producto al mercado.

“Este costo es mayor (para las artesanas) porque, precisamente por las condiciones de vida del lugar, no se han podido desarrollar. No existen los mecanismos para que puedan llevar, en las mismas condiciones, los productos que cualquier otra empresa que está en una ciudad”.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Desarrollo Social de Yucatán del 2019, Tahdziú, municipio donde se ubica Timul, es la demarcación con mayor pobreza en ingresos en toda América Latina. 

Por esta razón se han buscado crear proyectos como ATA para mejorar las capacidades de las artesanas en su desarrollo económico. Al respecto, Francisco Cruz explica:

“Buscamos las localidades donde se estaba haciendo este trabajo, pero donde, por prácticas que tienen que ver con la pobreza -como rutas de transporte ineficientes, falta de acceso a materiales, o desconocimiento sobre cómo diversificar su producción-, no se había dado un crecimiento o una potencialización hacia otros mercados”.

“También buscamos la parte humana. Creemos que los componentes más importantes del mercado son la innovación y el diseño, pero siempre con un enfoque humano y perspectiva de género”, 
Francisco Cruz, 
Responsable del programa “Manos vivas”. 

A su vez, parte de la labor de ATA en Timul es capacitar a las artesanas para la administración de sus negocios.

“También buscamos la parte humana. Creemos que los componentes más importantes del mercado son la innovación y el diseño, pero siempre con un enfoque humano y perspectiva de género”, abunda Cruz. 

Por otra parte, a 120 kilómetros al sureste de Timul, ya en Quintana Roo, se encuentra la localidad de X-Pichil, en el municipio de Carillo Puerto. Este pequeño pueblo de 1,227 habitantes cuenta con 6 cooperativas de artesanas dedicadas al bordado del hipil maya.

Magali Pech, representante de la cooperativa Lol Chuy, cuenta cómo se ha transformado la tradición del bordado del hipil.

“Antes, mis tatarabuelas, mis bisabuelas, bordaban porque la mujer no podía salir a trabajar a otros lados. Por eso nosotras aprendimos la técnica del hilo contado”. 

“Antes, mis tatarabuelas, mis bisabuelas, bordaban porque la mujer no podía salir a trabajar a otros lados. Por eso nosotras aprendimos la técnica del hilo contado”. 

Xoc bi chui es la frase maya para definir esta técnica. Al español se traduce como “estás contando” o “estás costurando”. Esta técnica se basa en marcar primero un patrón sobre una tela de canevá para después realizar un bordado con punto de cruz.

La Cooperativa Lol Chuy emplea actualmente a más de 30 personas, entre ellas varios hombres, quienes anteriormente no participaban de esta tradición. 

“Nosotras ya retomamos el bordado para rescatar nuestra cultura, nuestra tradición”, explica Magali Pech, quien no ve esta actividad como una forma de trabajo marginal para la mujer de X-Pichil, sino como una empresa que da sustento a más de cien familias de la localidad.

Actualmente, las prendas bordadas en las cooperativas de X-Pichil, encuentran mercado en Colombia y Panamá, en Sudamérica; y en varios estados de la costa este de los Estados Unidos.

Apoyadas en eventos organizados por Fonatur en Florida y Chicago, representantes de las distintas cooperativas de la localidad han asistido a tianguis turísticos y han logrado colocar pedidos en tiendas y hoteles del extranjero.

A diferencia del bordado industrial, el trabajo de las artesanas de X-Pichil mantiene un alto nivel de calidad. Sin embargo, los turistas no siempre valoran el detalle en el bordado y lo complejo de los patrones de los hipiles.

A diferencia del bordado industrial, el trabajo que realizan las artesanas de X-Pichil mantiene un alto nivel de calidad. Sin embargo, el detalle en el bordado y lo complejo de los patrones que decoran los hipiles, no siempre son valorados por los turistas.

“La gente que visita a veces quiere lo que es barato y no ve el trabajo que hay detrás de un hipil bien hecho”, explica Basilio Velázquez, enlace cultural de Fonatur para la región de Carrillo Puerto dentro del proyecto del Tren Maya. 

“Esto obliga a las artesanas a descuidar la calidad del bordado, pues prefieren vender más, aunque sea más barato. Y esto provoca que se vaya perdiendo la profesionalización en el bordado”, añade.

En 1921, el arte popular mexicano dejó de ser reconocido como un “arte menor”, cuando el 19 de septiembre se inauguró la Exposición de Arte Popular, durante la cual se pugnó por construir la visión de un arte “social” frente a la concepción decimonónica del “arte por el arte”. 

José Juan Tablada, en su prólogo “La función social del arte”, para el libro “Método de dibujo, tradición, resurgimiento y evolución del arte mexicano” (1923), de Adolfo Best Maugard, escribió.

“El arte ha dejado de ser esotérico y suntuario. Una de las grandes reivindicaciones de la Revolución ha sido quitarle ese carácter, arrancarlo a las manos muertas de las Academias y al privilegio de los ricos”,
José Juan Taboada.

“El arte ha dejado de ser esotérico y suntuario. Una de las grandes reivindicaciones de la Revolución ha sido quitarle ese carácter, arrancarlo a las “manos muertas” de las Academias y al privilegio de los ricos, redimiéndolo aún de su carácter oficial, y llevarlo a las escuelas, a los salones de asambleas y a las oficinas del pueblo”.

Para Magali Pech, la actual situación es muy clara: “Necesitamos que valoren nuestro trabajo, que valoren lo que hacemos. Que valoren ese tiempo y esa dedicación que ponemos para que nuestra cultura siga viva. Para que nuestra identidad siga viva”. 

“Hoy, a 100 años de la Exposición de Arte Popular, el trabajo de muchas mujeres artesanas de la Península de Yucatán, no sólo significa una forma de economía social y solidaria, sino que es también una de las más importantes maneras de preservar una tradición que sobrevive gracias a sus manos”,
Basilio Velázquez.

Fuente: onu.org.mx