Mayores y Revolucionarios: Cooperativas Para Vivir la Vejez en Comunidad sin Perder Autonomía

El temor a envejecer en soledad y el rechazo a las residencias tradicionales han llevado a la acción a dos grupos de gente mayor ligados al cooperativismo. Son los impulsores de Walden XXI y Can70, dos proyectos basados en la autogestión de la vejez bajo el paraguas de la cooperativa Sostre Cívic

os socios de Walden XXI y de Can70 se sienten protagonistas de una pequeña revolución. Tienen entre 55 y 70 años y comparten el espíritu de vivir en comunidad, de decidir activamente cómo vivir esa etapa de su vida y no perder autonomía en lo que llaman la “institucionalización de la vejez”, pese al nuevo modelo de residencias consensuado por el Gobierno y las comunidades

A su espalda cargan también una mochila de experiencias similares. Curtidos en los movimientos sociales y en la economía colaborativa, ésta es para ellos “una forma de acabar la vida luchando por dejar a la sociedad las coordenadas de un proyecto” que escapa del binomio compra-alquiler.   

Walden XXI, en un antiguo hotel de la Costa Brava

Josep Maria Ricart y un pequeño grupo de compañeros pusieron en 2018 la primera piedra de Walden XXI. Hoy ultiman los preparativos para reformar un antiguo hotel de los años 70 que han comprado en Sant Feliu de Guíxols (Girona).

En plena Costa Brava ubicarán los 31 apartamentos que constituirán la primera cooperativa de covivienda sénior de Cataluña. Cerca del mar y de los servicios que ofrecen ciudades como Girona o Barcelona. 

Can70, cesión de suelo público de Barcelona

Un camino similar siguen Rosalia Ribes y sus compañeros en Can70. El suyo será el primer proyecto de este tipo, basado en la vivienda cooperativa en cesión de uso, que se desarrollará sobre suelo público en Cataluña. Su arraigo a la ciudad y las facilidades que les puso el ayuntamiento les hizo decantarse por Barcelona. Confían en estar instalados a principios de 2025. 

En ambos proyectos, los socios deben aportar una cuantía inicial de entre 25.000 y 45.000 euros -retornables en caso de abandonar la cooperativa o de defunción- y una cuota mensual que cubrirá todas sus necesidades. Suministros, ocio y cuidados físicos y mentales sufragados en comunidad.

Vida en comunidad

“Comeremos cada día juntos, así nos vemos y sabemos cómo está cada compañero, vecino o amigo”, dice Rosalia. También bailarán o pintarán juntos, pero sin comprometer la independencia de cada persona. El proyecto quiere aunar lo mejor de vivir solo y lo mejor de las residencias. Por eso decidirán también quién y cómo les cuida cuando lleguen a necesitarlo. 

Josep Maria Ricart hace hincapié en que su modelo es sencillo de replicar. Para ello, dice, se necesita “coraje, esfuerzo y tiempo”, además de las posibilidades económicas para llevarlo a cabo. Y también, un cambio de mentalidad para actuar al margen “de una sociedad muy individualista”. 

Así será su legado y su revolución.

Fuente: niusdiario.es