Los cooperativistas son los nuevos empresarios del campo

Jesús Manuel Andrés Reinoso, de Fresno de la Vega, es uno de los 651 socios de Ucogal. En una mañana las máquinas cosechan lo que antes llevaba todo el invierno. JESÚS -

El campo ya no es el que era. Ni es todo obra de la PAC. Aquel mundo que con un arado, una pareja de bueyes, un carro y poco más enfrentaba el duro trabajo de la tierra terminó con el siglo XX. «Antes sacar 2 o 3 hectáreas de remolacha nos llevaba todo el invierno y ahora es una mañana», afirma Jesús Manuel Andrés Reinoso, labrador de Fresno de la Vega y uno de los 651 socios que tiene la cooperativa Ucogal.

La cosechadora de remolacha, que supuso una inversión de 600.000 euros, algo inasumible individualmente por un agricultor, arranca seis surcos a la vez. Tienen 480 caballos de potencia, cuatro veces más que un coche y sus ruedas miden 1,10 metros de ancho. Trabajan «a paso de perro» para dejar el terreno compactado mientras recogen la cosecha.

«La ruina del campo es la maquinaria: se paga, pero no se amortiza», comenta Matías Llorente, presidente de Ucogal, la sociedad promovida por el sindicato Ugal en los años 90. Las grandes inversiones en maquinaria en la cooperativa se realizan a partir de 1992. Actualmente recolecta 180.000 toneladas de remolacha de los socios (el 20% de la que se produce en León) y cuenta con dos sembradoras de 12 y 6 surcos, dos cosechadoras, un equipo descompuesto para las zonas de más pedregal, como el Páramo, y el cargador limpiador.

La penosa entresaca se ha eliminado con el uso de los fitosanitarios, de la que también es proveedora la cooperativa. Ucogal fue pionera en la mecanización del sector remolachero. Ahora ya existen empresas que prestan el servicio a agricultores que no están asociados. «Yo trabajo todo en la cooperativa y no me preocupo del mercado. Antes ibas a preguntar a un almacenista y a otro y ahora nos dan un anticipo que se retorna con los beneficios que se hayan obtenido» comentan los hermanos Miguel Ángel y Ezequiel García Rodríguez, de Gigosos de los Oteros. Son cooperativistas desde que se fundó Ucogal en 1990.

La recolección de la remolacha para los socios de Ucogal se organiza con las dos máquinas disponibles para ganar tiempo y eficacia. El personal empleado en estas labores son chicos jóvenes que lo mismo siembran, cosechan o cargan remolachaque hacen la campaña de la alfalfa, que consiste en la siega, hilarado y carga del forraje para su deshidratación en la planta de cooperativa en Cabreros del Río.

La transición del modelo tradicional al campo moderno en León ha pasado por las cooperativas. Una fórmula asociativa que se gestó en los años 60 en el sector vinícola y que ha convertido a los agricultores leoneses en empresarios. Las cosechadoras de remolacha han dado un salto de gigante para el trabajo del campo, lo mismo que la Ropa o máquina que a la vez que carga el producto amontonado en la orilla de las fincas deja limpias las remolachas para su traslado a la azucarera.

Los camiones transportan hasta 18 toneladas de este cultivo por viaje. Alberto Ugidos Nogal tiene 29 años y hace ocho que trabaja para la cooperativa de Ucogal y da servicio a sus agricultores con la cargadora en la temporada de la remolacha o hilarando alfalfa con un rastro mecanizado cuando llega el momento del corte.

Mientras los empleados de la cooperativa hacen su labor con la maquinaria, el agricultor prepara la tierra para la siembra de la próxima campaña. Los hermanos García Rodríguez van a experimentar el cultivo de trigo duro para pasta de macarrones que se está introduciendo en España.

Ucogal empezó con dos naves y ahora tiene un complejo con secadero de maiz y planta deshidratadora de alfalfa, almacén, gasolinera, tienda y restaurante en Cabreros del Río y otro centro de servicios, con secadero incluido, en Veguellina de Órbigo. La cooperativa factura, sin incluir la remolacha, 20 millones de euros al año.

León cuenta con un tejido de 118 cooperativas agrarias, el mayor número de Castilla y León donde hay registradas un total de 577 de este sector. «El agricultor es un empresario y si no se ve así está perdido», comenta Julio Martín Herrero, gerente de Prodeleco, la cooperativa creada en 2003 para salvar el cultivo, y a los cultivadores, de la patata. Las cosechas de los años 2001 y 2002 habían sido ruinosas.

El precio de la patata quedó muy por debajo de los costes de producción y los agricultores perdieron mucho dinero. Hace dos años les hubiera ocurrido lo mismo si no hubieran estado organizados bajo esta fórmula empresarial que les garantiza un precio: «Se vendían a dos centímos y el coste estaba en 12 centímos».

Una crisis de las patatas fue el germen de las tractoradas que en la primavera de 1977 dieron lugar a la creación del sindicato Unión de Campesinos Leoneses. No deja de ser curioso que haya sido la nave del sueño frustrado de aquella organización donde Prodeleco haya dado cobijo a base de operaciones en Riego de la Vega con una inversión de 2.100.000 euros. Es un complejo que recoge 20.000 toneladas de patatas al año procedentes de la producción de cerca de 60 agricultores de la provincia.

En la temporada de la cosecha de patatas los agricultores tienen cita previa para depositar la mercancía y no tienen que esperar más de media hora para regresar a sus labores. «Llego aquí y es mi empresa», dice un joven mientras espera que el remolque de su tractor bascule las patatas.

En la zona de carga y descarga los empleados controlan la máquina con fotocélula que detecta cuando se llena el cajón. Las patatas se van depositando sin golpearse: «Se hace de manera que las patatas ‘no se enteren’ de que las hemos sacado de la tierra y las hemos traido aquí», apunta Martín.

El gerente de la cooperativa es ingeniero agrónomo y sabe muy bien que las patatas, como seres vivos que son, «se estresan» cuando se alteran las condiciones de su ambiente natural, que es la tierra. El sistema de almacenaje está pensado para tratar «con mimo» al tubérculo.

La cosecha se desarrolla entre septiembre y noviembre. En las naves existen diferentes estancias de almacenamiento de las patatas con túneles de ventilación que se van desplazando a medida que que avanza el montón de almacenaje o que disminuye cuando son servidas a los clientes.

En lugar de luz blanca utilizan luz verde para evitar que las patatas inicien la función clorofílica, con la que se produce una encima —la solanina— que es cancerígena. «La luz verde deja ver bien y no afecta al producto», apostilla.

La cooperativa da servicio a los socios y socias desde el momento de la siembra hasta la cosecha, con la entrega de las patatas en el almacén. El volumen de producción ha permitido especializar la cooperativa como un centro logístico de la patata.

Es más que un almacén. Su fortaleza es el potencial de la patata leonesa para conservarse en óptimas condiciones y venderla a lo largo del año al mejor precio y postor. Son proveedores de la industria transformadora y cuentan con clientes como la marca blanca de Mercadona, Ibersnacks. Aprovechan el aire exterior, bien frío en invierno por la cercanía del Teleno, para las cámaras de conservación, aunque también cuentan con equipos frigoríficos para una parte de la cosecha que se venderá a más largo plazo. La cooperativa factura 4,5 millones de euros al año. No hay muchas empresas en León que superen el millón de euros de facturación. La cooperativa hace liquidaciones con los agricultores a medida que vende el producto.

«Nuestro fuerte es el largo almacenaje para adaptar la oferta a la demanda», subraya Martín. En los meses que no hay patata en León compran la que se produce en Andalucía, Murcia, Extremadura, Portugal… de manera que los clientes siempre tienen suministro para cumplir los contratos. «Hemos tenido que ir a ese sector porque es el único que nos garantiza un precio estable», agrega. La patata de León por la riqueza del terreno en que se cultiva y la disponibilidad de agua hace que se conserve a más largo plazo que «ninguna otra patata de la Peninsula», asegura el gerente de Prodeleco.

La patata requiere unos cuidados especiales para esperar durante meses a su consumo en el sector fritero o de snacks. No es fácil encontrar patatas leonesas en la línea de frescos de los supermercados, donde suelen colocarse las bolsas de importación con el tubérculo lavado, pues los hábitos de consumo han relegado a la patata con tierra y se prefieren las lavadas por cuestiones de estética y comodidad.

En León se cultivaba tradicionalmente la variedad Red Pontiac muy demandada en Cataluña y Granada, pero las patatas clónicas de Francia y la introducción de este cultivo en terrenos no tradicionales echó abajo esta variedad apreciada también en León que ahora los agricultores siembran para el consumo propio.

La cooperativa ha convertido en empresarios a 57 socios y socias que suman cada campaña sus tierras y cosechas para «coger el tren de la globalización». Prodeleco reúne el 25% de las 1.600 hectáreas que se cultivan en la provincia de León y actualmente trabaja para la absorción de una pequeña cooperatia en Zamora para aumentar su campo de trabajo.

«Antes de la cooperativa, cuando iban a recoger la cosecha de patatas tenían que estar llamando a todas las puertas y al final los almacenistas decidían en el precio en la barra de un bar en Astorga», comentó el presidente de la cooperativa César Pan durante las jornadas gastronómicas de exaltación de la patata en el Bar Bahía de Veguellina de Órbigo.

El cultivo de la patata es uno de los más caros, se requiere unos 6.000 euros de inversión por hectárea, pero también uno de los más rentables y las vegas de los ríos Órbigo y Tuerto tienen los terrenos ideales para este producto que también necesita dedicación, aunque la mecanización ha facilitado mucho la vida de los agricultores. Junto con La Valduerna y el Páramo los principales puntos de producción de la provincia.

Al igual que la remolacha, la patata requiere una rotación. Cada cuatro o cinco años, debe cultivarse en la misma finca. De manera que si el agricultor cuenta con 20 hectáreas de terreno sabe que sólo puede dedicar a patatas 5 hectáreas. Este es uno de los factores limitantes de un cultivo exigente y cuyos cuidados y nutrientes están en función de las variedades.

El 20% de los agricultores que forman parte de la cooperativa pertenecen al municipio de Chozas de Abajo, una de las zonas con más arraigo patatero en la provincia de León. En el consejo rector de la cooperativa hay un miembro por cada comarca.

El cooperativismo agrario es un referente por la fijación de precios y también se considera uno de los factores que facilita la incorporación de jóvenes agricultores al campo leonés. «El joven que se incorpora no necesita de gran infraestructura de maquinaria», precisa Llorente.

Los cultivadores de patata invierten, por regla general, en sembradoras y cosechadoras propias. La cooperativa facilita la participación en ferias para conocer los últimos adelantos. Gran parte de la maquinaria viene de Holanda, así como en Alemania se compraron los ingenios mecánicos remolacheros.

Beatriz Rodríguez de Francisco cambió su trabajo de modista y profesora de corte y confección por la labranza y está encantada. Trabaja en Soto de la Vega junto a su marido 7,5 hectáreas de terreno. Las patatas son su cultivo preferente, pero también siembra trigo, maíz y, el último año, un producto que aumenta su demanda: los guisantes.

La ventaja de pertenecer a la cooperativa de Prodeleco es que «estamos como en familia y además tenemos una seguridad de poder sembrar las patatas y saber que todos los años las vamos a cobrar», explica. También valora enormemente el asesoramiento técnico que ofrece Prodeleco en cualquier momento del proceso de cultivo. Asimismo, la empresa en la que participa como socia junto a su marido Guillermo «nos proporciona las semillas».

A Beatriz le ha cambiado la vida desde que trabaja en el campo: «Ayer vi dos liebres cosechando maíz, el otro día unos corzos e incluso una perdiz. Esto es otro mundo y no tiene nada que ver con la agricultura en la que trabajó mi madre, pues antes era muy duro era el trabajo. Ahora es muy diferente: tenemos máquinas y tractores», agrega. Ya no vive con estrés y pasa más tiempo con su marido. Para la cosecha «contratamos a varias personas para quitar tarrones desde la máquina». Es un momento muy animado en las vegas patateras del Tuerto y el Órbigo.

En Prodeleco el hay un 35% de socias, mientras que en Ucogal las mujeres rondan el 20%. Uno de los potenciales de las cooperativas es que cuentan con una importante masa de socios jóvenes. El 50% en Ucogal y el 60% en Prodeleco.

José Álvarez Martínez, con 33 años y de Villanueva de la Vega, es el más joven socio de la cooperativa de patatas de Riego de la Vega y petenece a otras cuatro sociedades cooperativas. «La cooperativa nos ha beneficiado a todos: ha hecho que los almacenistas también hagan contratos y aunque no son altos, el sector se ha asentado bastante y siembras con la idea de que vas a sacar algo», explica.

De la otra manera, la patata se abandonaría en tres campañas porque «un año mueves dinero pero al año siguiente tienes un agujero que no lo llenas», agrega este joven agricultor que tiene en la patata la base de su explotación de unas 30 hectáreas. «Es el cultivo más delicado, pero el más rentable», apostilla. Durante la cosecha contrata a cuatro personas.

José pertenece a Acor, para la remolacha, a Ucogal para el cereal, tiene una participación en LAR —cooperativa lechera que cumple 50 años— y también forma parte de la cooperativa San Blas para el combustible. «Lo importante de ser cooperativista es trabajar para nosotros y que no se lleve el beneficio una tercera persona por suerte o casualidad», precisa.

Tienen semillas, técnicos que les asesoran «y la tranquilidad de vender el producto». Además, añade Matías Llorente, «las cooperativas también contribuyen a fijar población en el medio rural pues la gente no se siente sola y aislada», argumenta. José Álvarez tiene dos hijas de 6 y 3 años .

Los cooperativistas son los nuevos empresarios del campo. Agricultores que se unen para dar un valor añadido a sus productos y rentabilizar los costes de producción.

Fuente: diariodeleon.es