“El consumo consciente no puede depender de personas ultramotivadas”

La idea de los supermercados cooperativos está cogiendo fuerza. Toni Lodeiro nos habla sobre el potencial de este modelo de consumo

La proyección del documental Food Coop, de producción francesa, en distintas ciudades europeas ha hecho surgir el debate sobre la posibilidad de construir proyectos similares, supermercados cooperativos que puedan jugar en la misma división que las grandes superficies. Toni Lodeiro, colaborador habitual de Opcions, habla sobre este tema y todo el debate que hay en su entorno con Josep Comajoan. La entrevista se publicó originalmente en catalán, en la publicación Setembre.

¿De qué trata el documental Food Coop?
Food Coop es simplemente un supermercado cooperativo. Es curioso ver el movimiento y el debate que está suscitando la película sobre este supermercado cooperativo de Brooklyn ya que quizás tenemos experiencias comparables y más cercanas; en Navarra, sin ir más lejos, y, sin embargo, estas experiencias cercanas no estaban teniendo la capacidad de generar el debate que ha generado esta película. Esto es así porque el audiovisual tiene mucho poder. Una buena película o un buen video tiene mucho más poder que la palabra escrita. Éste es un aspecto y el otro es que Food Coop es un supermercado cooperativo que tiene unos rasgos particulares. Pero en general es como otras experiencias que conocemos, una cooperativa de personas que se agrupan para consumir y satisfacer así sus necesidades, para tener productos de más calidad a un mejor precio y que cumplan ciertos parámetros sociales y ambientales. También lo hacen para, a través del hecho de consumir, cubrir otras necesidades de convivencia, de hacer tejido comunitario, de aprender, de participar…

Y ¿cómo funciona Food Coop?
Uno de los rasgos distintivos de la experiencia de Brooklyn es el voluntariado. El voluntariado obligatorio que en otras experiencias de grandes dimensiones no existe…

Pero sí que existe en otras experiencias de menos tamaño, en grupos más pequeños, como los que conocemos en Cataluña ¿no es cierto?
Sí, sí que lo hay en experiencias de menor tamaño, de hasta 50 unidades de convivencia que es como se las llama, de personas que comparten cesta. Es cierto que en Cataluña, con unos 160 proyectos existentes, predominan experiencias con una alta participación de voluntariado, sea haciendo las cestas, responsabilizándose de la contabilidad, haciendo los pedidos, etc. Esto es de una gran riqueza pero hace que, en general, la capacidad de permanencia en estos proyectos sea baja dado que conlleva una alta exigencia, participación en asambleas y en grupos de trabajo, tiene una frecuencia relativamente alta en los turnos… participas durante un tiempo, aprendes mucho, disfrutas mucho, son una herramienta muy útil cuando eres nuevo en un lugar ya que te permite conocer gente afín. Cualitativamente son experiencias muy interesantes pero cuando la gente tiene trabajos más exigentes o tiene hijos, muchas veces acaba por dejarlo.

Y entonces…

Entonces surgen experiencias más profesionalizadas, como es el caso de Vitoria o de Navarra, con miles de personas socias y donde la exigencia es muy baja. Son experiencias interesantes dado que puedes formar parte de una iniciativa sin ánimo de lucro y, si quieres, puedes participar en una organización democrática, en unos criterios de consumo interesantes… pero sin una exigencia tan alta.

Foto: Anna Jordana

Antes nos hablaste del voluntariado de Food Coop…
Sí, uno de los factores que explican el éxito de Food Coop, además de muchos aspectos de su contexto, es que en Brooklyn es muy difícil acceder a la alimentación fresca a un precio razonable y para conseguirlo, cada asociado –y son más de 16.000– debe hacer un turno de 2h 45m cada mes y con esta organización dicen que reducen el precio entre un 30 y un 40% ya que es una gran masa de personas.

¿ Y qué hacen esta gente? ¿Qué tipo de voluntariado hacen en el supermercado?
Hacen de todo. Y una de las claves del éxito es que esto provoca que la gente no se descuelgue del proyecto. Es decir, entre los extremos de gran exigencia participativa y los de muy poca, se encuentra Food Coop que te ofrece un compromiso llevadero ya que vas una vez al mes, sientes el proyecto como tuyo, convives, estableces lazos comunitarios, etc… pero tampoco representa una alta exigencia. Quizás han encontrado un punto de equilibrio virtuoso que a ellos les sirve. Con todo, queda claro que los modelos no han de ser iguales entre sí y no hay fórmulas mágicas que sean universales y sirvan para todo.

Pero ¿qué hacen los voluntarios Food Coop, por ejemplo?
Pues según explica tanto en el documental como Maria Folch, que es una persona de Barcelona que fue socia, se pueden hacer cosas distintas, desde estar en la caja, o ella que diseñaba espacios y ayudó a diseñar el espacio infantil, o quizá sepas hacer cocina de aprovechamiento y hacer un curso de fin de semana al año que acumule tu compromiso anual de horas, dinamizar las redes sociales… Las formas de participación son flexibles y ricas. También hay gente que no puede hacer los turnos entre semana pero un sábado hace una jornada más larga y liquida su compromiso de cuatro meses. Cuentan que tienen una gran flexibilidad y que han despertado la creatividad de las personas para enriquecer el proyecto.

¿ Y el modelo sería replicable en Barcelona o incluso en ciudades más pequeñas como Manresa?
En el debate que se hizo cuando se proyectó el documental en los Cinemes Girona de Barcelona, personas que participan en pequeños grupos de consumo parecían vivirlo como una amenaza que les haría perder la patente del cooperativismo de consumo. En ocasiones hay rencillas para determinar cuál es el modelo ideal. Todos tienen ventajas e inconvenientes. En los modelos pequeños el inconveniente es que requieren mucha dedicación pero, en contrapartida, permiten un aprendizaje más rico, proporcionan unos vínculos comunitarios más estrechos y si llegas a un lugar nuevo para establecerte son un maravilloso espacio de socialización. Al analizar las virtudes de los grupos de consumo agroecológico, decimos que su impacto cuantitativo es limitado, pero el cualitativo al generar comunidades de afinidad en el entorno del consumo ha sido muy grande. Quizás vas a un grupo de consumo agroecológico porque la verdura es más barata pero acabas encontrando gente para salir de excursión los fines de semana y esto puede comportar que acaben ofreciéndote un trabajo y la vida va girando en torno de esto. Comienzas por el consumo agroecológico porque te interesa consumir alimentos más saludables pero acabas conociendo la banca ética y sin darte cuenta, te has cambiado a la electricidad renovable y después has inscrito a tus hijos en una escuela con criterios de otro tipo. Es aquello de los círculos virtuosos.

Pero…
Pero los espacios mayores o más profesionalizados, pueden llegar a más gente. De hecho, existe un caso significativo como es Landare. Llegan a 3100 unidades de convivencia en la comarca de Pamplona y su dimensión les permite comprar directamente a 110 productores. Una sola cooperativa. A veces, como nos decía Valero Casasnovas, la persona de Landare que vino recientemente a Barcelona a unas jornadas, el aumento de escala y la profesionalización permiten ganar en coherencia. A menudo los pequeños grupos de consumo, dado que son poca gente y sus pedidos son pequeños, no tiene capacidad para comprar a los productores porque a los productores no les compensa y acaban comprando a distribuidoras. Es decir, una cosa presuntamente más coherente, a veces, acaba siéndolo menos.

Ya tenemos un intermediario…
Si. La gente de La Magrana Vallesana nos contaba que el hecho de tener profesionalizadas las tareas de gestión y las más cotidianas, les permitía que los socios se pudieran dedicar a hacer charlas, trabajos divulgativos, trabajos de ayuda a la gente mayor o personas con hijos pequeños para que pudieran participar en el proyecto… Pero, insistiendo en la variedad de modelos, pienso que son complementarios y a más diversidad de proyectos mayor riqueza. No hay una receta única. Food Coop está despertando interés porque genera debates nuevos. Por ejemplo, una de las grandes críticas que se hace al cooperativismo de consumo agroecológico tradicional es que se dirige a la clase media ya sea económica o cultural ya que está muy basado en el proyecto ecológico que es de precio más elevado y para personas más concienciadas o más motivadas.

Foto: Anna Jordana

Gente concienciada o con dinero…
Exacto, con mucha conciencia o con mucho dinero y que, por tanto, puede permitírselo.

Es decir, con otros modelos se podría llegar a más capas sociales.
Sí. Primero porque normalmente no te exige tanto voluntariado y esto ya es una facilidad, Puedes estar vinculado a un proyecto cooperativo que te une a otras cosas, que te envía un boletín electrónico donde te enteras de cosas, que te vincula a otros proyectos de la economía solidaria, que hace visitas a los productores, etc.

Pero ¿y el precio más bajo?
Por la economía de escala. Y esto es clave. Desde el consumo consciente llevamos mucho tiempo diciendo que no podemos depender de personas ultramotivadas o con buena capacidad económica. Hay que llegar a toda clase de personas y competir también en precio y comodidad que son los factores que hace que la gente vaya al supermercado. Horarios más amplios, oferta razonablemente alte, precio razonable… Y realmente el mercado de los productos ecológicos o de proximidad se lo están llevando experiencias mayores en tamaño como Casa Ametller o Veritas.

O sea, que lo que no hagan los supermercados cooperativos de una cierta dimensión, lo pueden finalmente hacer Veritas… o Carrefour Eco.
O Aldi que ahora está ofreciendo muchas cosas en el mundo ecológico, con precios muy competitivos y un horario amplio, una opción muy cómoda. Eso nos lleva a concluir que si desterramos estos valores, serán otros agentes los que liderarán este sector. De aquí proviene la necesidad de la diversidad y de tener opciones con personas muy motivadas y con ansias de participar, que una experiencia de mayor tamaño tampoco ha de excluir, pero también opciones más cómodas.

Entonces ¿no estaríamos hablando de unirse todos los pequeños para hacer uno mayor? ¿O estamos hablando de facilitar el nacimiento de iniciativas nuevas con la visión de conseguir el tamaño suficiente para jugar en la misma división que Veritas o Casa Ametller?
Hay muchos caminos que nos llevan a Roma. Algunos de los proyectos que se están planteando en el Estado español, es que existan diversas maneras de participar, con socios de trabajo, socios de servicios como productores o grupos de consumo (los supermercados pueden servir como centrales de compra que faciliten la conexión entre productores y pequeños grupos de consumidores). Yo no conozco ningún caso que haya nacido por la agrupación de pequeños grupos. Como mínimo hasta el momento en Catalunya, los pequeños grupos han seguido el patrón, cuando han llegado a una dimensión determinada, de replicarse y dividirse para mantener esta convivencialidad. Considero que lo importante es llegar a Roma y lo es menos la manera como se llega. A veces los procesos de agrupar muchos pequeños grupos de consumo o muy pequeños grupos de lo que sea, son muy lentos, laboriosos y requieren muchos esfuerzos. También puede darse el caso que las personas que están en este modelo de grupo pequeño ya se encuentren cómodas con ello porque su objetivo no es el llegar a amplias capas de población.

Hemos hablado de cantidades, ahora hablemos de quiénes. ¿Consumidores? ¿También productores? Si hablamos de profesionalización ¿estamos hablando de personas trabajando?
Un modelo podría tener socios de trabajo, socios consumidores y socios de servicios, que podrían ser los productores, que también podrían formar parte de un modelo cooperativo.

¿Estamos hablando, acaso y básicamente de producto alimentario? En un súper encontramos desde higiene doméstica a higiene corporal pero también ropa. ¿Estáis viendo supermercados básicamente alimentarios?
Muchos grupos de consumo ya existentes, de pequeña o mediana dimensión, ya tienen un amplio abanico de productos de higiene y de todo tipo. Y cuanto mayor sea la experiencia, más cosas ha de incluir. De hecho, uno de los grandes éxitos de los supermercados es que consiguen tenerlo todo en un solo espacio y hay que tender hacia esto.

Nos hablabas del caso vasco donde sí que existen experiencias de éxito.

Sí, la más destacada es Landare de Pamplona, que tiene dos tiendas, una en un barrio de Pamplona y otra en Villava, un municipio periférico. También en Vitoria tenemos el caso de Bio Alai que tiene 1.200 socios en Vitoria. O casos paradigmáticos como el de Labore Oarso en Oiartzun con 400 unidades de convivencia en un municipio menos habitado. Son cifras muy significativas, incluso si las comparamos relativamente con el caso de Food Coop de Brooklyn.

Vaya éxito ¿no?
Sí, aunque quizás no han tenido algunas de las interesantes características de Food Coop. Por ejemplo, en Brooklyn no se ciñen únicamente a productos ecológicos. Tienen mayor flexibilidad.

¿En Food Coop, todo es ecológico?
No. Este es un elemento interesante. Quieren llegar a toda clase de colectivos independientemente de su poder adquisitivo. Y esto les lleva a que si, por ejemplo, la manzana ecológica la encuentran a dos euros y medio el kilo y entienden que no es un precio competitivo, pues también te facilitan una manzana de proximidad o de producción integrada que puede estar en un euro o menos.

¿Pero todo es de proximidad? O dicho de otra forma, ¿hay trato directo con el productor?
No necesariamente. Incluso explican que para incluir a comunidades árabes, que quieren consumir sus propios productos árabes, también incluyen productos que quizá no tienen ninguno de los parámetros de ecología, proximidad o venta directa pero que les sirve para hacer integración socio-comunitaria. También explican que venden queso Philadelphia porque muchos de sus clientes lo pedían y que incluso tuvieron un producto tan simbólico como la Coca Cola. Más allá de la dimensión y de la obligatoriedad del voluntariado, la experiencia de Food Coop es interesante dado que se encamina a la integración comunitaria, no a generar islas de gente concienciada o acomodada, sino a llegar a abanicos más amplios y de todo tipo de condición económica. Un aspecto que enlaza en cierta manera con la tradición del cooperativismo obrero de principios del siglo XX que era un cooperativismo para cubrir necesidades.

Que no era ni ecológico ni quizás de proximidad, pero que con el transcurso de los años hemos incorporado nuevos valores.
En aquel entonces casi todo era per se ecológico y de proximidad.

Si, claro está. Hemos incorporado valores como el ecológico, la proximidad, el comercio justo, que antes no existían dado que la industria aún no había generado su antítesis. ¿Cómo se conjuga todo ello?
Pero si lo limitamos al objetivo de hacer las cosas perfectas desde el punto de vista del trato a los productores o de la proximidad o de la producción limpia, estamos prescindiendo de otros factores que son igualmente importantes como puede serlo la integración social. Realmente uno de los motivos más habituales para consumir productos ecológicos es la salud, entendida ésta como salud individual, no colectiva. Y dado que la salud era un pilar básico, hizo que se dejaran de lado otros pilares como la integración social y una parte de la población haya quedado excluida. Otro substrato cultural de fondo es que los años de mayor crecimiento del consumo agroecológico fueron de 2007 a 2013, donde por ejemplo en Catalunya se pasó de 40 a 160 grupos de consumo, con un discurso muy fuerte de decrecimiento, que lo pequeño es bonito, donde las alternativas políticas de izquierda, en general, no daban la sensación de tener capacidad para afrontar grandes retos. Explicaba Esteban Hernández que cuando las personas sentimos más impotencia política, tendemos a poner más ilusión en lo que nos rodea, en mejorar nuestro entorno más inmediato. Entonces esto, quizás, también responde a una etapa de impotencia política, de hacer cosas que repercutan positivamente en mi contexto. Ahora vivimos en otro momento político, especialmente desde 2011, del 15-M, pero también desde 2015 con los ayuntamientos del cambio, o en Catalunya con la especificidad del Procés. Esto ha influido mucho. Finalizaba el año 2011, el año del 15-M, con 60.000 clientes de banca ética y cuando finalizó el 2016, ya éramos 200.000. Durante el Procés, con un gran descontento por recientes subidas de precios por parte de las eléctricas durante las olas de frío, las denuncias ante la pobreza energética y la fuga de grandes empresas de Catalunya, las contrataciones a Som Energia, se han multiplicado por tres. Es decir, el clima cultural, social y político donde se dan los fenómenos también influye. Ahora estamos en un clima sociopolítico donde las personas nos creemos con mayor capacidad de transformar nuestra realidad y donde existen alternativas de consumo de mayor escala. Es aquí donde aparece la alternativa de supermercados cooperativos, cuando ya contamos con más de 200.000 clientes de banca ética, más de 100.000 clientes de cooperativas eléctricas verdes…

Es decir, ¿ves tu un Som Energia o una Caixa d’Enginyers en el mercado alimentario?
No lo sé. No tengo la capacidad de ver tan allá. De hecho en el mundo del gran cooperativismo hay experiencias como Eroski o Consum que tienen una gran dimensión…

Sí, pero yo soy socio de Consum y no tengo conciencia de ser socio de una cooperativa.
Efectivamente, se han alejado más de los principios cooperativos, tanto a nivel de participación de las personas socias pero también, y esto es muy importante, del tipo de producto que ofrecen porque muchas veces encuentras más productos de proximidad en un Bon Preu que en un Eroski, o más productos ecológicos en un Aldi que en un Consum. Sí que son cooperativas y por tanto los beneficios están más repartidos, pero no tienes la sensación de formar parte de una cooperativa con unos valores.

…Por tanto
No sé si conseguiremos esta dimensión pero sí que sería interesante tener la capacidad de llegar a miles de personas.

¿Se ha notado ya en otros países europeos donde también se ha proyectado el documental Food Coop? Leí que hablabas de Francia…
En Francia ya había mucha tradición de cooperativismo de consumo, en algunos casos con acuerdos con los productores. En lo que se refiere a Food Coop que está hecha por una productora francesa, dicen que los primeros meses en Francia la vieron 20.000 personas y que ha provocado la aparición de 40 proyectos de los cuales el mayor es en este momento La Louve y que ya tienen 5.000 personas socias. Pero pensemos, otra vez, en Landare con 3.000 socios, en una comarca como la de Pamplona con 350.000 habitantes, que no es París donde hay millones. Quizás sí que La Louve tendrá unos rasgos innovadores e interesantes inspirados en Food Coop de Brooklyn. De hecho, uno de los fundadores es Thomas Boothe que es director del documental.

¿Y el proyecto de Barcelona cómo está? ¿O es muy incipiente aún?
Es incipiente. Quedamos sorprendidos ya que se convocó un encuentro informativo y nos vimos obligados a buscar un auditorio mayor, el de Les Cotxeres de Sants, porque había más de 300 personas inscritas. Hay decenas de personas trabajando activamente y esperamos que en los próximos años pueda ver la luz.

¿Qué papel han de jugar las administraciones públicas si es que han de jugar alguno?
Las administraciones públicas, evidentemente, han de jugar un papel. De hecho ya lo están jugando promoviendo sectores como la Fórmula 1, por ejemplo, en tanto que generadora de empleo, promoviendo inversiones multimillonarias en infraestructuras como el circuito de Catalunya. O con planes Renove de automóviles con miles de millones. Evidentemente, el modelo del que estamos hablando puede generar economía local y puede generar tejido sociocomunitario. En definitiva, han de jugar un papel. Una cosa que pueden hacer es que los supermercados que muchos mercados municipales tienen incorporado y que los puestos de los mercados municipales suelen pedir porque parece que atraen personas hacia mercados que habían estado en claro declive, pues que sean supermercados cooperativos. Haciendo reservas de contrato para proyectos de economía social. Esto podría ser un impulso y se que en algunos lugares están contemplando esta posibilidad. Todo tipo de impulsos o facilidades son bienvenidas y necesarias para que esta alternativa se consolide ya que tiene muchos beneficios para la comunidad.

Hablemos de riesgos. Si estamos hablando de ampliación de horarios, ampliación de estructuras, de profesionalización… ¿dónde quedarían el decrecimiento, los cuidados, la perspectiva feminista, todos los avances que se supone aún están por alcanzar y a los cuales corremos el riesgo de renunciar, aunque sea en favor de otros valores?
Son riesgos que existen. Por ejemplo, el Food Coop de Brooklyn se creó en una zona donde no existía pequeño comercio. Existe el riesgo que estas iniciativas sean percibidas por el pequeño comercio como una amenaza o una competencia. Es una pregunta pertinente a la cual no tengo respuesta. Será necesario ver cómo interactúan, cómo pueden llegar a acuerdos de promoción mutua, en tanto que la filosofía del cooperativismo es cooperar y no competir. Realmente, hay iniciativas interesantes en el mundo del pequeño comercio, como Molsa, una cooperativa de segundo grado que ofrece servicios a tiendas ecológicas de barrio para que puedan competir mejor de forma agrupada. Pero también partimos de una base, al pequeño comercio ya lo está arrasando la gran distribución que se lo está comiendo con patatas.

¿Y otros riesgos como los que te mencionaba?
Nuevamente es una realidad que la gente va a comprar preferentemente entre las cinco de la tarde y las nueve de la noche. No podemos cerrar los ojos a esta realidad y habrá que hacerlo procurando que los salarios sean dignos. En cuanto a los cuidados debemos promover, como ya existe en el Food Coop de Brooklyn, servicios de cuidados de los niños o acompañamiento de personas mayores ayudándolas a acarrear la compra hasta su casa. Estas cosas se pueden hacer desde una iniciativa sin ánimo de lucro, con mucho voluntariado y esto, el pequeño comercio no lo puede ofrecer. El pequeño comercio ha de reinventarse u ofrecer algo diferencial; no puede continuar ofreciendo un producto equivalente al de las grandes superficies pero, a veces, con menos calidad o a un precio superior. Ya hay experiencias de éxito como MengemBages en Manresa que ofrece algo distinto: producto de proximidad y unos servicios y un toque diferencial que no está sabiendo ofrecer una buena parte del pequeño comercio. Por lo que sé, es una cooperativa que también está motivada para la creación de un supermercado cooperativo. Honestamente, reconozco que es una respuesta más teórica que práctica pero la experiencia con la que contamos es limitada.

Has mencionado que con la economía de escala se pueden abaratar los precios. Esta misma economía de escala, a veces, comporta tener que acudir a grandes productores y se abandona a los pequeños que no pueden satisfacer determinadas demandas muy grandes.
Nos comentaba Valero Casasnovas, de Landare, que precisamente la economía de escala les permitía comprar directamente a determinados productores. Un supermercado cooperativo, al no tener afán de lucro, al tener una gran energía de voluntariado, mayor capacidad de captación de fondos públicos en tanto que es una iniciativa que revierte en la comunidad, se podría permitir, aún más que una iniciativa pequeña, hacer un esfuerzo para atender a pequeños productores. Precisamente el problema de algunos proveedores con grupos de consumo pequeños, es que han de servirles dos cajas de lechugas y que, en agosto, cuando tienen la mayor cosecha de tomates o verdura, la gente se marcha de vacaciones y no les compran. A veces, son los pequeños grupos de consumo que no pueden ajustarse a las necesidades de muchos productores.

Fuente: Revoprosperg