EN LA BUSQUEDA DE UNA NUEVA Y BUENA BRUJULA, APORTE DESDE LA ECONOMIA DEL BIEN COMUN

En la búsqueda de una nueva y buena brújula, aporte desde la Economía del Bien ComúnMirando la realidad que hoy nos toca vivir, en que la desorientación y la falta de claridad ha pasado a formar parte de nuestra experiencia diaria y vital, creo que nos está haciendo falta encontrar una nueva brújula que no solo sea capaz de indicarnos el norte, sino también de poder mostrarnos y ayudarnos a descubrir el sentido profundo de lo que queremos buscar.

Al parecer ha llegado el tiempo, tan necesario, en que no basta con tener claro hacia dónde vamos, hacia donde está el norte en nuestras vidas y acciones, sino que también cual es el sentido más profundo de estas acciones y proyectos y cuál es nuestra contribución a un mejor mundo, a una mejor sociedad. Nos llenamos de actividades y tareas, las cuales muchas veces no tienen un sentido claro. La dispersión es lo que prima y la sensación de vacío o agotamiento nos llena fácilmente y como el norte o el objetivo pasa a ser lo único importante, corremos el riesgo de cometer errores o faltas que no solo nos afectan a nosotros sino que tienen impacto profundo en la comunidad y la sociedad.

¿Cuántas veces nos preguntamos acerca del sentido de lo que hacemos? Esto debería ser una práctica diaria. Preguntas tales como: ¿Tiene sentido el proyecto que estoy comenzando?, ¿Tiene sentido los medios que estoy utilizando? ¿Responden a un razonamiento ético o solo son funcionales a la llegada a ese “norte” lo más rápido posible?, ¿Utilizo medios, a costa de pasar por encima de valores y principios fundamentales sin los cuales la vida deja de tener sustento y en que no logramos plenitud? ¿Cómo contribuyo a un mejor mundo, al bien común, al entorno?

En las empresas y organizaciones deberíamos mantener una mirada de búsqueda de sentido y que cada persona, interiormente, pueda siempre tener presente cuál es ese sentido y contribuir a él. Comprenderlo, hacerlo suyo y llamar la atención cada vez que la urgencia de alcanzar metas nos desvía del sentido de lo que hacemos. Esto implica formas participativas y colaborativas de trabajo, un buen regulador para no cometer errores y no desviarnos del camino hacia el sentido.

La propuesta de la Economía del Bien Común, en que las empresas se comprometen a desarrollar un “Balance de su impacto en el Bien Común”, es una excelente herramienta de medición que nos permite identificar que tan cerca o lejos estamos del sentido que buscamos. Los ocho criterios que nos plantea Christian Felber, en su libro[1], son en sí mismos una buena guía para alinearse con un sentido. Estos son:

1) Compromiso: Las acciones no son voluntarias sino que consideran un compromiso completo de trabajo hacia un sentido.

2) Totalidad: La acción completa de la empresa debe responder al sentido y no solo una parte o un aspecto, si es o no coherente con el Sentido completamente.

3) Capacidad de Medición: Los resultados deben ser objetivamente valorados y medidos.

4) Comparabilidad: Rendir cuentas con los mismos objetivos.

5) Claridad: El balance debe ser entendible para todos, no sólo al interior de la empresa sino al exterior también.

6) De carácter público: Visible para todos.

7) Auditoria Externa: Para evitar que las empresas se valoren solo a sí mismas, como sucede muchas veces con los reportes de responsabilidad social.

8) Consecuencias Jurídicas: Quien más haga por la sociedad debe ser recompensado por ello.

Esta pueda ser la brújula que hoy estamos buscando, una que conduzca con claridad hacia el sentido y no que nos aparte de éste.

[1] La Economía del Bien Común, Christian Felber, pag 60 ed. Paidós

Gerardo Wijnant S.M.

FUENTE: ECONOMIA DEL BIEN COMUN