Golpe al corazón del viñedo patrimonial

– 160 hectáreas de viñas patrimoniales del secano del Maule se habían quemado o dañado hasta el jueves

Crédito: Eduardo Moraga

Parras con más de cien años de carignan, país y moscatel, cultivadas por pequeños productores, han sido consumidas por las llamas. Se pierde parte de los viñedos más antiguos de Chile, que le daban una nueva identidad al país en el mundo.

Con Miguel estuvimos dos días durmiendo poco. Veíamos como el fuego se asomaba por el cerro y cada vez se iba acercando más. Cerrábamos los ojos diez, quince minutos y nos despertábamos a ver qué pasada. De repente, venía un vecino y comenzaba a gritar que el incendio se acercaba -recuerda Juana Canales.

La agricultora ha vivido toda su vida cerca de Coronel de Maule, en el secano interior del Maule. Tiene trece hermanos y la mayoría estaban en el campo que cuidan con Miguel Flores, su esposo, al tercer día del incendio.

La campesina se para frente a la casa de madera. No hay flores ni muchos árboles. El terreno es seco y recuerda más al norte chico. Levanta el brazo derecho mostrando cómo el fuego rodeaba el campo. Su voz es suave, pero no la historia que cuenta.

-Tirábamos tierra, agua. Llegaron los bomberos. Don Felipe, que tiene una barraca cerca, se metió con una motoniveladora para hacer un cortafuegos. La gente ha sido muy solidaria. Gracias a ellos se salvó nuestra casa -agrega.

Las parras de uva país no corrieron con tanta suerte. El fuego saltó de los eucaliptos que rodean el campo y prendió la maleza en el viñedo. Las parras se volvieron antorchas.

Miguel Flores era el encargado de podar y mantenerlas. Del campo salían 9.000 a 10.000 kilos de uva que iban a dar a la Cooperativa de Cauquenes.

-Cuando era chiquitita, esas parras ya eran muy viejas. Toda mi vida las he visto. Me da pena que se hayan muerto -explica Juana. Las toca y se desprenden trozos de madera calcinada y se sueltan cenizas. Aunque el fuego se fue hace unos días, el aire sigue oliendo a humo.

El panorama en el secano del Maule se repite. Pequeños viñateros de cepas patrimoniales con daños totales o parciales en sus viñedos producto de los incendios de los últimos días. Ha sido, por lejos, el rubro agrícola más golpeado.

La falta de agua hace inexistente la producción frutícola en el secano del Maule y del Itata. Las únicas posibilidades de obtener ingresos son las plantaciones forestales o las parras viníferas.

Zonas como Coronel de Maule, Pilén o Chacras de Mingre, Cancha Alegre o Retupel apenas visibles en un mapa de la VII Región, guardan algunos de los viñedos más antiguos de Chile. Son parras que superan con mucho los cien años y algunas a los dos siglos. Las parras se manejan en el sistema de conducción de cabeza, la mayoría son de la cepa país, pero también hay un puñado de moscatel, carignan y otras poco conocidas.

Se trata de una vitivinicultura de subsistencia. En la vendimia anterior, buena parte de la uva del secano costero del Maule se vendió a $80 el kilo.

De hecho, con el tiempo, muchas de las parras comenzaron a dar paso a pinos y eucaliptus. El negocio forestal era mejor que el del vino. Por eso los viñedos de parras viejas se convirtieron en islas dentro de un mar de plantaciones forestales.

Sergio Amigo trató de salvar una de esas islas. Aunque nació en Cauquenes, se crió en Santiago. Llegó a tener una de las mayores distribuidoras de equipos de telecomunicaciones de Chile, además se convirtió en inversionista ángel de star up tecnológicas. Al acercarse a las cinco décadas, decidió dar un giro y volver a sus raíces.

Uno de los hermanos de Amigo, comerciante en Cauquenes, le dijo que se vendía una viña de parras viejas de país y carignan.

– Mi único acercamiento al vino era beberlo. No sabía mucho más. Sin embargo, cuando llegué a ver el viñedo, me enamoré. No se trataba de parras de merlot o cabernet sauvignon, que plantas y a los tres años están en producción, con las que haces un vino correcto, pero similar a cualquier otro. Eran centenarias, tenían historia. La persona que lo vendía tenía noventa años y lo había heredado de su bisabuelo. Por esas parras me metí al mundo del vino -explica Sergio Amigo.

El viñatero, enfundado en mismo overol azul que usa desde que comenzaron los incendios, cuenta de su idilio mientras camina hacia lo alto de una colina donde están los restos de las parras. Al norte se ve el hongo de humo que se asoma desde Nirivilo, en el camino a Constitución.

Los pronósticos anunciaron 40 grados para este día. Nada prepara para la sensación de estar dentro de un horno. No solo se suda copiosamente, los labios se secan, la garganta carraspea y los ojos lagrimean. La caminata de diez minutos al viñedo basta para dar el bajo a un litro de agua.

Cuenta cómo pugnó con una empresa forestal que también estaba interesada en el campo cerca de Cauquenes. Finalmente, en 2008 pudo comprar las seis hectáreas. La mayoría de las parras estaba enferma luego de varios años descuidadas. Tuvo que sacar malezas, arar con caballo y abonar el suelo. Tras cinco años, logró la primera vendimia comercial.

Invirtió US$ 1,5 millones en una bodega en la ciudad de Cauquenes. Además comenzó a reparar una casa de adobe para recibir turistas. Su idilio con las parras viejas de país llegó a tal grado que, a fines de 2016, terminó de liquidar sus negocios en Santiago y se instaló en su proyecto viñatero, que llamó Cancha Alegre.

Pasaron casi 40 días hasta que se desató el infierno. Llegó a tener cinco carros de bomberos en el campo. Sin embargo, el fuego de los bosques fue tan intenso que las parras ardieron, también se quemó la casa de huéspedes que reparaba. Un vivero con 30 mil plantas, con las que esperaba hacer crecer el viñedo, también se destruyó.

-Es verdad que perdí bastante dinero. Sin embargo, Chile perdió más. Se fueron parras que son nuestra historia, que nos diferencian del resto del mundo. No es como otro tipo de producción, que en unos años la replantas y vuelves a producir. Acá hay que esperar más de un siglo para tener algo similar -argumenta.

Según las proyecciones de Vid Seca, una agrupación de viñateros del secano del Maule, ala semana pasada ya sumaban 160 hectáreas de parras patrimoniales dañadas, total o parcialmente, en su zona.

Eso sí, la cuenta podría subir en las próximas semanas de mantenerse los incendios. También hay que ver lo que suceda en el valle del Itata, en la Región del Biobío, que hasta el cierre de esta edición no registraba viñedos patrimoniales dañados.

Jugadores estrella

Más allá del cariño de un grupo de inversionistas y del trabajo de viñateros que heredaron su oficio por generaciones, en Chile la vitivinicultura del secano interior del Maule ha pasado inadvertida.

De hecho, para muchos, las parras de la cepa país se asocian a vinos de dudosa calidad, pipeños, si se quiere resumirlo en una palabra. Con suerte iban a dar a envases de tetrabrik.

Sin embargo, la percepción está comenzando a cambiar. Aunque en el extranjero antes que de manera local.

Uno de los principales artífices del cambio es Louis-Antoine Luyt. El viñatero de origen francés hace casi una década tuvo la visión de embotellar vino de uva país de zonas como Coronel de Maule o Pilén. Las logró colocar en el circuito de vinos alternativos de París, Londres, Nueva York y Tokio. La aventura de Luyt creó un ruido notable en la prensa especializada.

-En los últimos años, los principales críticos de vinos del mundo cuando hablan de Chile, lo que más destacan son las parras viejas del secano. Cauquenes e Itata es lo que les llama la atención. Si lo miras fríamente, lo que se ha quemado no va a afectar el volumen de vino en la próxima vendimia. De hecho, es un pequeño porcentaje de las más de cien mil hectáreas de viñedos que existen. Sin embargo, esto es lo mismo que en el fútbol. Hay 10.000 futbolistas en Chile, pero hay un trío que están a otro nivel: Vidal, Sánchez y Medel. ¿Quienes pesan más en lograr un resultado diferente? ¿Los 9.997 restantes o esos tres? Ellos son los que hacen que la selección esté en boca de todo el mundo. Los viñedos patrimoniales son los jugadores estrellas del vino chileno. Son poquitos, notables y con identidad propia -afirma Pedro Parra, uno de los principales consultores de terroir del mundo.

Según Parra, los incendios forestales pillaron a los viñedos en pleno despegue.

-Es un golpe muy duro. Se estaba comenzando a reconocer su valor, aunque la mayoría de los viñateros todavía recibía muy poco por su uva. Sin embargo, se veía que venía en los próximos años un reconocimiento de su valor. Lamentablemente, algunos pequeños viñateros no van a poder vivir ese momento -explica Parra.

Además de las pérdidas materiales y de los cientos de hectáreas quemadas, las llamas están convirtiendo en cenizas parte importante de cultivos y tradiciones campesina del país. Son pueblos que viven de artesanías, como las chupallas de San Pedro de Alcántara, o tecnologías como molino de Pañul que sigue moliendo como en tiempos de los españoles. «Se perdería un capítulo completo de la historia económica, social y cultural de Chile» explica, Pablo Lacoste, experto en patrimonio.

Los ganaderos del secano, otra forma de vida campesina tradicional, también están en riesgo, ya que se quedan sin praderas para alimentar a sus ovejas, ni acopios de agua.

Formación viñatera en riesgo

Una de las pérdidas viñatera que más duele en el Maule es la del centro experimental del Liceo Técnico Profesional Nuestra Señora de Las Mercedes, en Santa Sofía, a seis kilómetros de Cauquenes.

El centro educa a 420 alumnos de séptimo básico a cuarto medio. En Santa Sofía tenía cinco hectáreas de viñedos patrimoniales, principalmente de cepa país que servían para enseñar a las nuevas generaciones vitivinicultura. El fuego arrasó con ellas.

-Trabajábamos para que las nuevas generaciones se mantuvieran al cuidado de los viñedos. Es un golpe muy duro, pero lo vemos como un desafío. Mientras tanto los dormitorios de nuestro internado están albergado a los bomberos que han llegado de todo el país a colaborar -afirma José González, inspector.

Además de las pérdidas materiales y de los cientos de hectáreas quemadas, las llamas están convirtiendo en cenizas parte importante de cultivos y tradiciones campesina del país. Son pueblos que viven de artesanías, como las chupallas de San Pedro de Alcántara, o tecnologías como molino de Pañul que sigue moliendo como en tiempos de los españoles. «Se perdería un capítulo completo de la historia económica, social y cultural de Chile» explica, Pablo Lacoste, experto en patrimonio.

Los ganaderos del secano, otra forma de vida campesina tradicional, también están en riesgo, ya que se quedan sin praderas para alimentar a sus ovejas, ni acopios de agua.

Formación viñatera en riesgo

Una de las pérdidas viñatera que más duele en el Maule es la del centro experimental del Liceo Técnico Profesional Nuestra Señora de Las Mercedes, en Santa Sofía, a seis kilómetros de Cauquenes.

El centro educa a 420 alumnos de séptimo básico a cuarto medio. En Santa Sofía tenía cinco hectáreas de viñedos patrimoniales, principalmente de cepa país que servían para enseñar a las nuevas generaciones vitivinicultura. El fuego arrasó con ellas.

-Trabajábamos para que las nuevas generaciones se mantuvieran al cuidado de los viñedos. Es un golpe muy duro, pero lo vemos como un desafío. Mientras tanto los dormitorios de nuestro internado están albergado a los bomberos que han llegado de todo el país a colaborar -afirma José González, inspector.

Reemplazar por cerezas

Manuel José Vergara es parte de una familia viñatera de Cauquenes. Junto a su madre y hermanos tenían una treintena de hectáreas en el sector de El Anquén, camino a Quirihue. Aunque una parte de ellas era de cepa país, también tenía carmenere y cabernet sauvignon en el sistema de conducción de espaldera.

Los Vergara fueron de los primeros viñateros de Cauquenes afectados por los incendios.

A los pies de unas parras quemadas, Manuel Vergara saca una hoja de papel cuadriculada. Tiene sumadas la superficie perdida en las distintas cepas de su fundo La Posada. En total son 21 hectáreas de parras quemadas.

-Tuvimos varios carros de bomberos acá, pues no había otros incendios en ese momento. Mi desesperación era tal que insulté a los bomberos. Después me dio mucha vergüenza lo que dije y les pedí perdón. Comprendieron que fue en un momento muy tenso. Ellos se jugaron la vida en el incendio. Con su ayuda logramos salvar la bodega. Estamos muy agradecidos. Con mis hermanos hablamos de que una vez que pase la emergencia, vamos a dar en comodato un terreno para que tengan un lugar de práctica -explica Vergara.

En todo caso, ve difícil volver a reconstruir su producción viñatera. Piensa explorar la posibilidad de plantar cerezos o avellanos europeos pues a que en su campo tienen un pozo con muy buen acceso a agua.

Aunque todavía quedan varias semanas de alerta, por lo menos hasta que bajen las temperaturas, los viñateros afectados tienen que hacer frente a un futuro complejo.

-Hay productores que no se vieron afectados por los incendios forestales y que habían logrado mejorar sus precios en esta vendimia, tal como ha sucedido en el resto de Chile. Sin embargo, los corredores los han llamado para decirles que los valores de su uva bajaron, pues el humo en las bayas se traslada al vino, afectando su calidad -explica Diego Morales, enólogo de Bisogno Wines, en Coronel de Maule.

Sergio Amigo, de Cancha Alegre, explica que varios de los viñateros afectados quedaron en una situación financiera compleja y cree que el Gobierno debería apoyarlos en su relación con los bancos, para que tengan una mayor flexibilidad.

El enólogo Felipe Zúñiga, que también es uno de los coordinadores de la agrupación Vid Seca, agrega que en el corto plazo, no más allá de un par de semanas, es necesario resolver problemas prácticos que trae la próxima vendimia.

-Hay casos en que no se quemaron tanto los viñedos, como la infraestructura alrededor para sacarlos adelante. Algunos productores perdieron galpones donde guardaban sus herramientas. En otros casos, el fuego dañó los pozos y quemó las bombas para extraer el agua. Ellos necesitan ayuda urgente. Si no pueden cosechar, van a quedar en una situación aun más difícil, pues para reconstruir lo perdido se necesita tener ingresos -sentencia Zúñiga.

Fuente: Elmercurio.com