La actividad laboral y emprendedora de las chilenas. Una mirada ecosistémica

Katherina Kuschel, Ph.D., Profesora Investigadora en Innovación y Emprendimiento Liderado por Mujeres, Universidad Tecnológica Metropolitana

Se vislumbra un futuro prometedor para las mujeres, a pesar de que aún hay barreras para emplearse y para emprender, pues según el INE un 48,5% de las mujeres están participando de la fuerza laboral y solo un 7,7% están desocupadas. Asimismo, el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) estima que cerca de un 23% de las mujeres emprenden.

La cantidad de mujeres en fuerza laboral o creando negocios ha aumentado significativamente en los últimos 20 años, siendo espectadores de la transición desde el mercado laboral al emprendimiento. Pero, ¿qué motiva a la mujer a emprender? Hay factores que nos empujan a salir de las organizaciones. Es más, con estas brechas salariales y tiempos de traslado existentes, es una opción más que atractiva.

Existen diferentes razones por las que la mujer decide emprender y estas se agrupan en dos grandes categorías: el emprendimiento motivado por necesidad (porque el mercado laboral no es capaz de absorber) y el motivado por oportunidad (porque identifica y explota una oportunidad de mercado).

Sin embargo, es necesario hilar fino. Hay distintos perfiles de mujeres creando negocios y todas ellas traen consigo un set de herramientas diferentes, dado sus contextos que van desde la formación, etapa de vida, situación familiar, recursos socio-económicos, área geográfica e industria donde emprenden. Es por esto que la política pública que promueve el emprendimiento en Chile, CORFO por ejemplo, ha de velar por apoyar a las mujeres según sus propias necesidades. Sin duda es un tema muy complejo y dinámico, y sencillamente sería imposible crear distintos programas para cada perfil. No obstante, un buen ingrediente podría ser el aporte de una mirada de ecosistema.

Lo que hoy existe en Chile es un puñado de «comunidades» o grupos de emprendedoras, agrupadas en asociaciones, redes o en torno a centros de desarrollo de negocios, incubadoras y aceleradoras. Pero el problema es que están fragmentadas y atomizadas.

Tenemos bastante experiencia en investigar a los distintos perfiles de emprendedoras en América Latina por 5 años y grupos muy diferentes entre sí podrían beneficiarse de la interacción. Por ejemplo, artesanas de la lana de oveja en Chiloé podrían realizar intercambio con sus símiles que trabajan el textil de alpaca de la región del Cusco en Perú. Las productoras de alimentos podrían vender en plataformas tecnológicas creadas por las fundadoras de startups. Hay un sinfín de posibilidades.

Ellas están listas para dar el siguiente paso y desarrollar su propio ecosistema. Un ecosistema sostenible y sustentable.

Fuente: diarioaysen