La gente reclama cada vez más una economía con valores sociales

La profesora Gemma Fajardo./LPGemma Fajardo García, secretaria técnica de la Red Universitaria Euro-Latinoamericana en Economía Social y Cooperativa.

La profesora Gemma Fajardo analiza para este suplemento algunos aspectos de la evolución del cooperativismo en la Comunitat Valenciana y sus expectativas de futuro como movimiento económico en una sociedad cada día más competitiva y globalizada.

– Desde el punto de vista académico ¿cómo se define la economía social?

– La economía social se identifica con un modelo de empresa solidaria y sostenible que se caracteriza, además, por su funcionamiento democrático y por destinar sus resultados principalmente a mejorar los servicios que presta a sus miembros y a la comunidad, lo que se conocen como Principios de la Economía Social. Estas empresas suelen constituirse como cooperativas, mutualidades, asociaciones o fundaciones, pero también son posibles otras formas jurídicas siempre que se pueda garantizar que cumplen estos principios, como en el caso de las sociedades laborales o las empresas de inserción. Estas entidades tienen una larga tradición en España y en Europa y son consideradas por las instituciones europeas pilares básicos para una Europa más social y sostenible.

– ¿Qué tratamiento recibe este modelo económico por parte de la legislación española?

– La Ley de economía social española de 2011 además de recordar los principios de la economía social y regular cómo se darán a conocer las empresas que cumplen estos principios (Catálogo), declara de interés general su promoción y la de sus organizaciones representativas. Son diversas las medidas adoptadas para promover las empresas de economía social tanto en España como en Europa, pero siguen siendo insuficientes porque, no hay que olvidar, que el sistema económico que impera siempre favorece, por defecto, a las sociedades de capital.

– ¿Qué diferencias hay con respecto a América Latina?

– En España las cooperativas son por lo general ‘especializadas’ como dirían en América Latina, es decir prestan un solo tipo de actividad, esto es, pueden ser de trabajo, de crédito, agrarias, de consumo, etc. mientras que allí las cooperativas son mayoritariamente multiactivas, es decir una misma cooperativa ofrece todo tipo de servicios a sus miembros.

Por otra parte, las cooperativas en América Latina responden más fielmente a los planteamientos de la autogestión y gozan de más autonomía a la hora de auto-regularse. Esto tiene sus ventajas pero también tiene sus riesgos, especialmente en cooperativas multiactivas que prestan servicios financieros.

– ¿Qué reformas urgen en el sector agroalimentario por parte de las cooperativas valencianas?

– Dejando de lado los problemas de la agricultura valenciana pendientes de resolución y que la harían más eficiente y sostenible, y centrándonos en las cooperativas agroalimentarias, puede decirse que son una fórmula idónea para mejorar el rendimiento de las pymes agrarias, pero tienen importantes retos pendientes. Deben seguir apostando por la inter-cooperación para favorecer la máxima concentración posible de la oferta, si quieren seguir compitiendo en los actuales mercados; debe promoverse el cooperativismo de producción ecológica y de proximidad; debe favorecerse el acceso de jóvenes a la cooperativa y a sus órganos de gobierno, y es necesario seguir insistiendo en mejorar la implicación de los cooperativistas, mejorando su formación e información y promoviendo su participación en la empresa.

– ¿Encajan los principios del cooperativismo en una economía globalizada?

– Los principios cooperativos reflejan comportamientos compatibles con los valores que caracterizan a las cooperativas (cooperación, solidaridad, autoayuda, igualdad, equidad, responsabilidad o vocación social). Los valores y principios cooperativos encajan en una economía globalizada. Los primeros porque son universales y los segundos (puertas abiertas, gestión democrática, participación económica de sus miembros, independencia y autonomía, formación y educación, inter-cooperación e interés por el desarrollo sostenible de su entorno) porque han de interpretarse y aplicarse flexiblemente, conforme a la realidad de cada momento y lugar. Pero además, los principios y valores cooperativos son necesarios, si una empresa cooperativa no los comparte en su organización y funcionamiento, es posible que solo tenga de cooperativa la forma, y entonces mejor sería adoptar una forma jurídica más adecuada a sus fines e intereses.

Más que adaptar los valores y principios a la economía globalizada lo que la sociedad reclama y cada vez con más intensidad, es precisamente una economía con valores sociales, al servicio de las personas y respetuosa con el medio ambiente. En definitiva, una economía más social, sostenible y socialmente responsable.

– ¿Las fórmulas de empresas mixtas de cooperativas y sociedades anónimas son el futuro?

– Es una fórmula que puede interesar empresarialmente pero que no encaja bien con el concepto de cooperativa si los cooperativistas no controlan la empresa en todos sus órganos, porque no tendrían independencia.

Por otra parte, debe tenerse en cuenta que en estas empresas los cooperativistas y los accionistas no están en igual condición. Ambos pueden perder el capital invertido, pero además el cooperativista asume el riesgo empresarial si no hay ingresos o si se generan pérdidas. Esto es así porque la ley cooperativa presume que el cooperativista toma las decisiones empresariales. Si los cooperativistas no tienen el control de la empresa no deben asumir el riesgo empresarial. En esos casos habría que proteger a los cooperativistas como trabajadores, consumidores o proveedores de la empresa.

– ¿La llamada economía del bien común en que se diferencia de la economía social?

– Realmente no hay muchas diferencias más allá del origen germano de la primera. El concepto de economía del bien común que defiende Christian Felber parte de que, si la Constitución proclama que toda actividad económica debe servir al bien común, el éxito de una empresa se debe medir por el bienestar que genera. La matriz del bien común indica en cada empresa los valores concretos a perseguir (solidaridad, sostenibilidad, justicia, democracia ..) según se haya acordado democráticamente en asamblea general; mientras que el balance del bien común, que deberá ser auditado, permite determinar anualmente los avances en la consecución de esos objetivos. La medición del éxito económico por la consecución de los objetivos no financieros de la empresa también es propio de las cooperativas (balance social) y de la economía social. La diferencia es que en España no se exige ni se ha generalizado por parte de las empresas de la economía social la medición del cumplimiento de sus objetivos no financieros (satisfacción de necesidades sociales, solidaridad, sostenibilidad,…), ni la elaboración de planes anuales para su cumplimiento, como pasa en otros países de nuestro entorno.

– La labor de estudio y análisis del cooperativismo que se hace desde las universidades ¿tiene una repercusión real en las entidades?

– Por supuesto, desde la universidad y en particular desde la de València, no sólo formamos en el Máster de Economía social a profesionales y emprendedores para la creación y gestión de estas empresas; colaboramos en la promoción y orientación de nuevos emprendimientos, y asesoramos a empresas, profesionales y administraciones públicas.

Además, los resultados de nuestra investigación se difunden en publicaciones, muchas de acceso abierto, y conferencias, que son seguidas por asesores y técnicos que trabajan con las empresas. Esto nos permite también influir, cuando no asesorar directamente, en la elaboración de las leyes y de las políticas públicas que se aplican a estas empresas, tanto a nivel español como europeo.

Fuente: lasprovincias.es