MISION POLAR

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Entre octubre y mayo la población de la Antártica aumenta cinco veces. Buena parte de los visitantes son científicos que aprovechan las mejores condiciones climáticas para investigar desde los motivos por los cuales los microorganismos antárticos sobreviven hasta los efectos planetarios del derretimiento de glaciares.

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Vientos secos e intensos, luz durante todo el día, sensación térmica de menos cuarenta grados Celsius, a mil kilómetros del polo sur, en algún punto del glaciar Unión. Ahí, bajo esas condiciones extremas, donde sólo consiguen vivir algunos microorganismos y líquenes está la Estación Polar Científica que Chile levantó hace dos años. Cerca de ella se ubica la de China (Kunlun) y la de Estados Unidos (Amundsen-Scott), los tres países que más se han acercado al polo sur para hacer ciencia.

Sobre el piso de hielos milenarios aterrizaron el pasado 15 de noviembre dos pequeños aviones de la Fuerza Aérea de los que descendió un grupo de investigadores, quienes, apoyados por militares, integraban la segunda expedición polar que lidera nuestro país. Apenas pusieron un pie en tierra, desenterraron de la nieve el iglú que las tres ramas de las Fuerzas Armadas y el Instituto Antártico Chileno (INACH), tienen ahí para mantener el equipo de sobrevivencia. Motos, laboratorios, generadores… El paso siguiente fue armar las carpas y montar el campamento cuanto antes para aprovechar el tiempo.

Las duras condiciones climáticas en esa zona pueden transformarse en cualquier momento y por lo mismo resulta fundamental usar la ventana que da el verano para pasar ahí la mayor cantidad de días, tal como deseaban los 13 científicos de la campaña Glaciar Unión, formada por representantes de siete universidades chilenas más la Fundación Biociencia, el Instituto de Salud Global de Barcelona y la Universidad de California, en Davis. Un grupo pequeño, pero en el que hay líderes de ocho líneas de investigación distintas.

La distancia hace difícil saber de esas latitudes, que congelan de sólo escucharlas, pero mientras Jorge Gallardo, jefe de la Base Científica Julio Escudero emplazada en la isla Rey Jorge, habla, da la sensación de que lo que ocurrió en los hielos polares los días previos a la Navidad podría cambiar por completo el curso de la humanidad. Destaca, por ejemplo, la investigación que hace la doctora Yuly López -del Instituto de Salud Global de Barcelona- con las bacterias que habitan en estas latitudes extremas. Estudiando los microorganismos que habitan la Antártica y, por lo mismo bajo las condiciones más adversas del planeta, quiere dar con las claves para crear un antibiótico de ultimísima generación. “Uno de los grandes problemas que existe hoy es el fenómeno de la resistencia bacteriana a los antibióticos. Las bacterias de ambientes extremos, como la Antártica, poseen interesantes mecanismos biológicos de adaptación y tolerancia para vivir en condiciones extremas, además de eficientes sistemas de antibióticos, debido a la constante competencia por nutrientes”, explica Gallardo.

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Las bacterias también son objeto de otras investigaciones, como la de Jenny Blamey, bióloga y directora de la Fundación Biociencia, quien busca entender más de los rayos gama como los que liberan las plantas nucleares. Todo indica que estos microorganismos logran recomponerse muy rápidamente cuando entran en contacto con ellos, y entender cómo y por qué ocurre eso podría contribuir a generar formas para tratar a personas expuestas a la radiación nuclear.

Por su parte, el biólogo Luis Saona, del Centro de Bioinformática y Biología Interactiva (CBIB) de la Universidad Andrés Bello, durante la expedición tomó muestras en puntos específicos del Glaciar Unión, como Patriot Hills, Mayer, Lester Peack y Charles Peack y junto a su grupo detectó que estas bacterias antárticas, al alimentarse de cobre, desechan nanopartículas que son tremendamente eficientes energéticamente hablando. Uno de los usos prácticos que piensa darle a este peculiar “desecho antártico” es crear una nueva generación de paneles fotovoltaicos para generar electricidad. La ventaja es que podría ser una tecnología mucho más barata que la actual y completamente biodegradable una vez cumplida su vida útil.

Zona de científicos

Así como las de ellos, en este momento se están realizando, en paralelo cerca de noventa investigaciones –más de la mitad de ellas en terreno- en el territorio antártico chileno y en el que nuestro país busca tener soberanía, área por la que los miembros de los países que forman parte del Tratado Antártico pueden recorrer para hacer investigación. El despliegue de las exploraciones lideradas desde Chile se realiza en las islas Shetland del Sur, toda la costa oriental y occidental de la península Antártica y, por cierto, en el ya mencionado Glaciar Unión, y durante este verano, cerca de 200 investigadores de unos veinte países están haciendo de las suyas en la zona. “Aquí está la verdadera Torre de Babel de la ciencia”, dice Gallardo, quien además de integrante de las Fuerzas Armadas es doctor en ciencias biológicas y durante estos meses ayuda a que ese diverso grupo que incluye a coreanos, italianos, brasileños, estadounidenses y chilenos, alcance sus objetivos.

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Según él, a partir de las conversaciones que se dan en los recorridos por estos hielos y canales entre esta diversidad de personas que comparte este laboratorio natural, nacen acuerdos de cooperación internacional e investigaciones conjuntas. “Hoy hacemos exploración en la Antártica con una visión dada por la ciencia, buscando evidencias que nos permitan descifrar el origen de la flora y la fauna de este continente, sus adaptaciones fisiológicas y cómo estas se han fijado en su material genético, para así reconstruir el ambiente antes que este continente se separara de Sudamérica y estudiar cómo se puede aplicar todo este conocimiento para dar soluciones a problemas cercanos como en agricultura, medicina e industria”, dice.

Una de las líneas que acapara atención ya desde hace un tiempo es el cambio climático y sus efectos. Los científicos lo están abordando desde diferentes puntos de vista. Un grupo, encabezado por Francisco Cereceda, de la Universidad Federico Santa María, por ejemplo, procura tomar muestras de hielo del Plateau La Clavère y las áreas cercanas al Glaciar Unión a fin de hacer una “huella dactilar” con los efectos que está causando el uso de los aerosoles en el derretimiento de los glaciares y su relación con el calentamiento global.

En paralelo, el equipo liderado por Alessandro Damiani, del Departamento de Física de la Universidad de Santiago, analiza desde 2014 la influencia de la actividad solar sobre el medioambiente del polo; mientras que su compañero Raúl Cordero monitorea el agujero de la capa de ozono al detalle. El geólogo Francisco Hervé, de la Universidad Andrés Bello, analiza la evolución térmica de la península Antártica y las islas Shetland del Sur, y por su parte el biólogo marino Mauricio Landeta, de la Universidad de Valparaíso, lidera un equipo que busca entender cómo condiciones ambientales tales como el viento y la  temperatura del agua afectan a los animales marinos. “En la Antártica, las especies de peces abundantes poseen una alta plasticidad trófica, es decir, pueden cambiar su dieta dependiendo de las condiciones ambientales y disponibilidad de alimento, lo que les permite mayores chances de sobrevivir a las condiciones extremas”, explica Landeta.

El derretimiento de los glaciares en la península Antártica y Campos de Hielo Sur es lo que por su parte le quita el sueño al glaciólogo del INACH Ricardo Jaña, quien lidera una investigación conjunta con la Universidad Federal de Río Grande de Brasil (FURG), para determinar de qué manera afecta un mayor aporte de agua dulce en los mares y que podría comenzar a cambiar la meteorología de algunos lugares del planeta.

Y lo que está ocurriendo en la zona de influencia de Chile se replica estos meses de verano por toda la Antártica y las bases del resto de los países, y por esa razón la población del continente, que en épocas normales es de cerca de mil personas, en estos meses puede sobrepasar las cinco mil almas.

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FUENTE: LATERCERA