Supermercados cooperativos: hacer la compra en el negocio de todos

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Un supermercado sin ánimo de lucro cuyos clientes son a su vez sus propietarios y sus trabajadores y que ofrece productos orgánicos de proximidad y de precios baratos. Hablamos de dos experiencias como Food Coop y La Louve, inspirados en las cooperativas obreras de consumo. Ambas triunfan en dos grandes ciudades como Nueva York y París, respectivamente. Madrid podría acoger una iniciativa clónica de prosperar los deseos de varios colectivos implicados en proyectos de economía colaborativa.

Un reciente documental titulado ‘Food Coop’ ha dado a conocer la historia del supermercado cooperativo de idéntico nombre que lleva funcionando en el neoyorquino barrio de Brooklyn desde el año 1973.

Si creía que una urbe tan mediática como Nueva York no guardaba grandes secretos borre inmediatamente ese pensamiento de su mente puesto que Food Coop agrupa a más de 16.000 personas y su existencia no es excesivamente popular fuera de la Gran Manzana.

Para comprar en este supermercado, uno debe ser miembro de la cooperativa, algo que se consigue pagando una pequeña cuota de inscripción. Además, debe aportar cada cuatro semanas tres horas de su tiempo a desempeñar diferentes trabajos en el supermercado.

A cambio de cuota y trabajo, los usuarios de Food Cop obtienen alimentos de gran calidad, orgánicos, de productores de proximidad y a un precio sensiblemente inferior (calculan un ahorro de hasta 300 dólares mensuales) al que presentan en otros establecimientos igualmente ecológicos. El acceso a cursos de formación sobre alimentos o a su propia revista son otras ventajas de los cooperativistas. El proyecto no sólo se enfoca al consumo, sino que incide mucho en temas de educación, y de sostenibilidad y vida en una gran ciudad.

A partir del año 2010, los estadounidenses Brian Horihan y Tom Boothe (responsable del citado documental sobre Food Cop), vecinos de París, quisieron llevar a la capital francesa el modelo de Food Cop y así fue como en 2016 abrió el supermercado de La Louve (La Loba) en el distrito XVIII de París.

Los miembros de esta cooperativa deben aportar cada mes tres horas de trabajo a un proyecto en torno al cual se mueven ya 5.000 personas y que crece al ritmo que sus usuarios son capaces de asumir, ya que en la actualidad presenta lista de espera.

Las cooperativas obreras de consumo existían ya en Francia en los siglos XIX y XX y hoy en día siguen de actualidad en distintas partes del mundo, con iniciativas tan consolidadas como la de la Cooperativa Obrera Limitada de Consumo y Vivienda en Argentina, cercana al centenario. Modelos como los mostrados de Park Slope Food Coop y La Louve los adaptan al siglo XXI, incidiendo en el componente ecológico y orgánico como parte fundamental de los mismos.

Ambas iniciativas de éxito están creando escuela: en Francia, por ejemplo, en cuestión de pocos meses se han multiplicado por cuatro el número de supermercados colaborativos existentes en todo el país.

En otra gran ciudad europea como es Londres se puede encontrar a The People Supermarket (El Supermercado de la Gente), una iniciativa similar cuyo nombre ya lo dice todo.

Y en España, ¿hay personas interesadas en ser dueñas del mismo supermercado donde realizan la compra, en conocer la procedencia de lo que consumen y en ahorrar dinero comprando alimentos orgánicos a precios que no sean desorbitados? Interés está claro que existe, tal y como lo demuestra la proliferación de pequeños grupos de consumo autogestionados por particulares que se organizan para comprar directamente a pequeños productores ecológicos y locales, pero lo que no hay, por el momento, es un proyecto en avanzado estado de gestación que haga prever la aparición de uno de estos supermercados en un plazo breve de tiempo. En ciudades como Madrid, organizaciones comprometidas con la economía colaborativa andan conspirando al respecto. Queda por ver la capacidad que tengan de dar forma y estructura a sus ganas.

Fuente: Eles.es